Samovar o la desaparición de los rituales

Samovar o la desaparición de los rituales

Samovar o la desaparición de los rituales

Resumen

Samovar es un libro de instrucción o iniciación, porque nos recuerda que entre los grandes progresos de la humanidad yace encontrar un espacio contemplativo en la charla comensal, con tal de contar placenteramente una historia verdadera, una narración, nuestro pan sagrado de cada día. La historia nos coloca ante un choque contrastante de generaciones: Tatiana, una fotógrafa de 27 años cuya vida luce dispersa, y Anna, abuela de Tatiana, quien es un reflejo oblicuo de su nieta. Cada miércoles ponen de manifiesto un ritual: prender el samovar antiguo de la familia y, a la intemperie de la bebida en el paladar, saborear el placer de conversar sobre diferentes tópicos que apelan a problemáticas sociales y culturales. De esta forma, en la novela fluye la confesión, la disputa del género, los conflictos bélicos, el erotismo, el dogma religioso, etc. Sin duda, Samovar es una novela que nos hace cuestionar muchos de los cimientos intelectuales en que los que hemos construido nuestra modernidad, que por momentos puede percibirse tan frágil, tan opaca, tan trivial, puesto que como reza la consigna de los antiguos: todo tiempo pasado fue mejor.

I

Comunidad, comensalidad. No hay más: el ser humano se hizo sociable cuando descubrió el fuego, prendió una fogata y relató una historia en la crepitación de la noche, hace muchos siglos. En nuestros orígenes se repartía el alimento como se repartían las palabras. Quizá en la comensalidad está el inicio de la cultura y la comunidad, pero también aparece algo singular: el placer de estar sentados compartiendo palabras es una forma de celebrar la vida. Sentarse es sentirse, porque en la quietud aparece el arte de la contemplación, el stop necesario para poner en orden el sentido del día a día. Ante ello, la vida deja de medirse en términos de trabajo y rendimiento para transformarse en rito, acto o ceremonia.

Hoy atravesamos un ritmo de existencia frenético, con su dosis de rapidez o inmediatez. El fetiche de nuestra sociedad es la velocidad, por eso un ciego activismo produce una sensación de falsa positividad: ser dinámicos, acumular amores, viajar por todos lados, apilar excesos o aglomerar excitaciones son condiciones constitutivas del sujeto moderno. Sin embargo, considero que todo eso está sobrevalorado. Hace mucho tiempo Epicuro, el filósofo del placer o el hedonismo, pensaba que existían dos tipos de placeres: cinéticos y catasténicos. Los primeros arrojaban a los individuos a acumular experiencias, a condición de estar siempre en movimiento para alcanzar como a dé lugar deseos sin descanso alguno. A contrapelo, los segundos exigían una inmovilidad del cuerpo y alma porque sólo en la parsimonia aparecía un sentido de gozo o alegría por vivir (Gomá, 2012). Con ahínco, Epicuro recomendaba cultivar los segundos, y no estaría mal regresar a las viejas enseñanzas del maestro. Por eso, cuando el Samovar de Ethel Krauze (2023) se enciende y comienzan a bullir los recuerdos de Anna, Modesta y Lena a la intemperie del té, se detiene el tiempo y empieza a suspenderse la vida de los personajes. Esa especie de inactividad, contemplación o quietud es una forma de placer, porque estar sentado en torno a una mesa bien servida es festejo, lugar donde se saborea y comparte el dulce, y a veces amargo, bocado de la vida. Entonces, los personajes se liberan de sus quehaceres atosigantes y excitan la fantasía de la conversación, la sal de sobremesa: “cualquier detalle es el picaporte al universo donde nos sumergimos cada miércoles […] De pronto, estamos en otra parte, en otro tiempo” (Krauze, 2023, p. 77). Por ello, Samovar es un libro de instrucción o iniciación, porque nos recuerda que entre los grandes progresos de la humanidad yace encontrar un espacio contemplativo en la charla comensal, con tal de contar placenteramente una historia verdadera, una narración, nuestro pan sagrado de cada día.

 

II

Una conexión, un pacto bajo las jacarandas, un miércoles y un samovar. Por donde los ojos pasan lectura, borbotean los símbolos a lo largo de la novela, escurren en cada hoja. El argumento novelístico no corresponde sólo a una simple ceremonia del té, porque el mismo té es una puerta de acceso a otro viaje, es el pretexto de un acto ritual que se repite permanentemente cada semana. Habría que entender que los ritos forjan una comunidad y sus repeticiones generan intensidad, frenesí, salida de sí mismo. Son procesos narrativos que no permiten ninguna aceleración: todos los elementos que intervienen en el acto son tratados con sumo respeto, tal como si se tratase de una ceremonia sacra (Han, 2022). Por eso rebosan viandas, galletas, candelabros de plata, vajillas, terrones de azúcar y el negrísimo té que late en el paladar, porque en esas pequeñas cosas diarias el tiempo, la memoria y las palabras se empozan con contundencia. Así, los ritos desbordan símbolos porque su función es re-conocernos en ellos, es decir, a través del símbolo volvemos a conocer algo personal que habíamos olvidado por descuido. En Samovar, es evidente que Tatiana busca una identidad personal y cultural olvidada, por eso su bobe no es su pasado, es su futuro: llave de acceso a un reconocimiento íntimo y capital. Así, el rito exonera al yo de la carga angustiante de no reconocerse en alguien o en algo, trenza lo real a lo metafórico como salvamento, porque todas las generaciones tienen su propia tragedia, su naufragio y su samovar simbólico para rescatarse en esta vida. El símbolo es una brújula.

Jordan Peterson (2019) piensa que sólo en las experiencias más dramáticas de caos es cuando la vida esta más desprovista de ritos, porque sin ellos no hay comunicación, vínculo, comunidad, hogar. Y es verdad. Por ello, ante una vida sin rumbo y pocas posibilidades de trazar un orden, Tatiana va en pos de encontrar un refugio al calor de un trío de mujeres excepcionales que lo han visto todo. Mujeres modernas en un tiempo antiguo, en cuyos recuerdos Tatiana se abisma para construir la imagen de su vida. Seamos claros y directos: sin ritos la vida está condenada fatalmente a encontrar salvación sólo en la cruel estocada de un criminal.

 

III

No es un secreto a voces que hoy atravesamos un cambio de sensibilidad. Nuestro peligro más latente es la destrucción o erosión del Otro. En consecuencia, tenemos un mundo hipernarcisista (Illouz, 2012). ¿Estamos ante el fin de todo lo que conocíamos como sustento de lo humano: el amor, la compasión, el progreso, la comunicación, los valores? Quizá. No obstante, hay algo que puede ser tabla salvavidas: la confesión. María Zambrano (2016) consideraba que el acto de la confesión se suscita porque alguien ha perdido su centro y necesita recobrar la unidad. Sin embargo, ante una vida expuesta al cataclismo o la distopía, todavía flota el resabio de la reconversión en nuestro imaginario. Tatiana lo sabe: “No, bobe, me falta mucho. Quiero conocer todo, de dónde vengo… Quiero saber de mis ancestros, tengo que conocer el pasado para entender el presente” (Krauze, 2023, p. 123). Y el Eros la salva. Arrojarse de esa manera hacia el Otro es su elevación. El Otro la define, la proyecta hacia su reconversión. Una vez que todo ha pasado y que los miércoles llegan a su fin, Tatiana es empujada hacia días bienaventurados. Habrá perdido las lenguas de sus ancestros con la muerte de cada uno de ellos, pero también habrá ganado algo trascendente dentro de esa pesadumbre: el lenguaje de la supervivencia, que no es lo mismo que la lengua de la sobrevivencia. Definitivamente, confesarse es salvarse.

Confesión personal: ¿cuál es mi samovar?

 

Referencias

Gomá, J. (2012). Todo a mil. Galaxia Gutenberg.

Han, B. C. (2022). Vida contemplativa. Taurus.

Illouz, E. (2012). ¿Por qué duele el amor? Katz.

Krauze, E. (2023). Samovar. Alfaguara.

Peterson, J. (2019). 12 reglas para vivir: un antídoto al caos. Planeta.

Zambrano, M. (2016). Filosofía y poesía. Fondo de Cultura Económica.

 

Sobre el autor:

Iván Vázquez (Puebla, México, 1985)

Doctor en Literatura Hispanoamericana (BUAP). Realizó estudios de investigación en la Universitat d’ Alacant (Alicante, España) y en la Residencia de Estudiantes (Madrid, España). Ha publicado parte de su trabajo en diarios y revistas locales e internacionales, como La Otra, Círculo de Poesía, Crítica, El Comentario Semanal de Colima, Buenos Aires Poetry, Leviatán, La Ubre Amarga, Anestesia, Cardenal Revista Literaria, Revista Noche Laberinto, Letralia, América sin nombre, entre otros. Fue publicado en la antología de poetas jóvenes De cinco a siete, colección Alejandro Meneses (BUAP, México, 2010). Asimismo, ha sido incluido en la antología de poetas mexicanos sobresalientes Mexpoet. Muestra de poesía mexicana contemporánea (Ediciones Altazor, Perú, 2019), selección a cargo del poeta Víctor Coral. En 2020, la editorial Buenos Aires Poetry publicó su primer poemario: Cenizas mi deseo. Actualmente, es encargado de las acciones operativas del proyecto “Hacia una UDLAP libre de plagio” y funge como docente en la Universidad de las Américas Puebla, en el área de Primera lengua y en el Departamento de Literatura, Artes y Humanidades.

Contacto: ivan.vazquez@udlap.mx

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