Ante la erosión democrática

Ante la erosión democrática

Espacio en el que ha aparecido el artículo y fecha en que ha sido publicado: Eje Central (07-01- 2019).

En un diálogo de El Gatopardo, novela de Lampedusa, el personaje central discute sobre monarcas que no están a la misma altura que sus antecesores, el inevitable fluctuar entre políticos virtuosos e incompetentes. Este diálogo cierra así: “Pero los reyes que encarnan una idea no deben, no pueden descender, por generaciones, por debajo de cierto nivel: si no… también la idea se menoscaba”.

En otras palabras, todo régimen político se beneficiará de estadistas, pero sufrirá alguna vez de malos gobernantes. El problema es quedar atrapados en ciclos reiterados de mal gobierno, incompetencia e ineptitud, pues la idea misma de gobierno y el ejercicio de la política se devalúan irremediablemente para los ciudadanos.

Nuestra época está marcada por el desencanto ciudadano hacia sus instituciones, autoridades y partidos, en general hacia las expectativas no cumplidas por la democracia y la globalización.

El ascenso de programas que afirman soluciones autocráticas o populistas como alternativa a los profundos problemas económicos y sociales no puede explicarse sin comprender que, parafraseando a Lampedusa, la política democrática ha caído tan por debajo de su nivel, que ha terminado por erosionar también a la idea misma de democracia.

Nuestro país no está al margen de esa tendencia. Enfrentamos una profunda crisis de confianza en instituciones, autoridades y partidos, al mismo tiempo que enfrentamos problemas públicos extremadamente graves. Si bien en el triunfo de López Obrador convergen diversas causas y factores, también fue determinante la frustración social hacia la democracia y el rechazo de los ciudadanos a autoridades corruptas, ineptas o irresponsables a nivel nacional, estatal o municipal.

Basta con observar datos como las tasas de violencia, los niveles de incidencia delictiva o los grados de impunidad y corrupción que obtiene nuestro país en reportes nacionales o internacionales para comprender la forma en que el ejercicio de la política democrática en México se ha derrumbado por debajo de lo aceptable y que ha arrastrado consigo a la idea que tenemos de la política y la democracia.

Al gobierno de López Obrador le ha tocado arrancar su gestión cargando con el lastre plomizo de la corrupción, la impunidad y el desencanto ciudadano. En gran medida su mandato se desprende de demandas ciudadanas por instituciones más efectivas, autoridades más responsables y políticas públicas que garanticen efectivamente una mejor calidad de vida a los mexicanos. Lo que los ciudadanos esperan no es otra cosa, no es cualquier cosa que elevar el nivel de la política mexicana por encima de mediocridad e irresponsabilidad que nos han lastrado por décadas y que encontró su máxima expresión en el peñanietismo.

La mayor virtud de López Obrador como candidato fue su capacidad para cristalizar la voluntad de cambio y el desencanto social en una visión de esperanza. Con su voto los mexicanos dijeron “no más” a la política irresponsable y al mal gobierno. Ahora le sigue un reto más complicado, transformar la esperanza en un programa de gobierno responsable, que se traduzca en instituciones públicas más efectivas, decisiones de gobierno que generen beneficios para todos y fin a los pactos de impunidad.

La viabilidad del proyecto de gobierno se juega justamente en su capacidad para pasar de la esperanza a la responsabilidad política y aunque en estos momentos hay tentación de pensar que es suficiente con la voluntad, la fuerza de la mayoría y las buenas intenciones, recuperar el sentido de la política y el buen gobierno depende en realidad de fortalecer las instituciones democráticas, abrir el diálogo plural y consolidar los procesos de rendición de cuentas. De otra forma, seguiremos descendiendo hacia niveles más abyectos de hacer política.

Acerca del autor: : Doctor en Ciencias Políticas y Sociales, Maestro en Ciencia Política y Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Nacional Autónoma de México, Especialidad en Política y Gestión Energética y Medioambiental, obtenida por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. Coordinador del Índice Global de Impunidad y el Índice México de Impunidad, UDLAP. Coordinador del Centro de Estudios sobre Impunidad y Justicia (CESIJ), UDLAP. Ha sido profesor de Ciencia Política y Relaciones Internacionales en diversas universidades como: La Universidad Iberoamericana, el Centro de Investigación y Docencia EconómicaS (CIDE), el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), Campus Santa Fé y el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), También ha fungido como profesor del Diplomado en Análisis Político estratégico en el CIDE y tutor de la Maestría en Derechos Humanos y Seguridad Pública del Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa (ILCE). Ha sido ponente en distintos congresos nacionales e internacionales, donde ha hablado de temas como derechos humanos e impunidad, entre otros. En el servicio público se ha desempeñado como Director General de la Fundación Humanismo Político, A.C., en el Senado de la República entre 2009 y 2013. Coordinador General de Asesores en la Secretaría de Relaciones Exteriores entre 2004 y 2006. Coordinador de Análisis en la Coordinación General de Comunicación Social de la Presidencia de la República entre 2002 y 2003. Director General de Análisis y Estrategia en la Coordinación Para el Diálogo y la Paz en Chiapas, entre 2000 y 2002. Director Académico de la Fundación Rafael Preciado Hernández entre 1996 y 2000. Desde 2017 es Nonresident Scholar en el Mexico Center del Baker Institute en la Universidad de Rice y desde 2015 es consejero de la Asociación Civil Inteligencia Pública, Actualmente es Coordinador Académico del Departamento de Relaciones Internacionales y Ciencia Política de la Universidad de las Américas Puebla, además es columnista semanal en el portal de noticias www.ejecentral.com.mx

Por: Dr. Juan Antonio Le Clerq Ortega.

Director Académico del Departamento de Relaciones Internacionales Y Ciencia Política, UDLAP.

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