Lobos marinos y focas, piezas clave del ecosistema marino
Los lobos marinos y las focas se agrupan de manera convencional con el nombre de pinnípedos, que en latín significa pies aleteados. A la llegada de los españoles durante la conquista, en lo que ahora es México existían cinco especies de pinnípedos, para principios del siglo XX parecía que sólo quedaban una o dos especies. La perturbación de su hábitat costero y la cacería habían diezmado la mayoría de las poblaciones de nuestro país.
En la actualidad en nuestro país contamos con 4 especies: el lobo marino de California, al que frecuentemente vemos en los shows de acuarios, el lobo fino de Guadalupe, la foca común del Pacífico y el elefante marino del norte. La quinta especie, la foca monje del caribe, fue vista por última vez a mediados del siglo XX. Al lobo fino de Guadalupe se le pensó extinto en dos ocasiones, mientras que al elefante marino del norte tres veces le declararon extinto. En ambos casos, cada vez que eran redescubiertos individuos vivos se les cazaba para colecciones de museos. Los últimos ejemplares de una especie eran un trofeo codicioado por museos de historia natural de Estados Unidos y Europa. Por suerte estas dos especies encontraron refugio en una de las islas más remotas de nuestro país, Isla Guadalupe que, tras su protección oficial en 1928, permitió la recuperación de las poblaciones de estas dos especies.
A pesar de que las cuatro especies restantes de nuestro país han mostrado un crecimiento poblacional en las últimas décadas, aún enfrentan amenazas serias a su sobrevivencia. Las especies que se recuperan a partir de un pequeño grupo de sobrevivientes tienen una diversidad genética baja, lo que las hace más vulnerables a los cambios ambientales, por ejemplo, ante una enfermedad hay poca variación natural que permita que algunos individuos sean resistentes. Además, en la última década se ha detectado que el cambio climático está provocando un desplazamiento de individuos de aguas mexicanas a aguas más frías en las costas del Pacífico de los Estados Unidos.
Pero ¿por qué preocuparnos por los pinnípedos? Además del valor intrínseco de su existencia y belleza natural, los pinnípedos como depredadores tope de los ecosistemas marinos juegan un papel clave para su equilibrio. El efecto de los depredadores en los ecosistemas no siempre es tan claro, pero sin embargo es crucial. Regulan las poblaciones de sus presas que a su vez regulan las de niveles inferiores en la cadena alimenticia, la remoción del depredador puede conllevar a un desequilibrio que en ocasiones culmina con la desaparición del ecosistema original. Por ejemplo, a la par de la cacería de pinnípedos, también se cazaron nutrias marinas por su valiosa piel, se extinguieron de las costas mexicanas y en buena parte de las de Estados Unidos. Las nutrias son depredadores voraces que necesitan grandes cantidades de energía para mantener su temperatura corporal en las frías aguas del Pacífico norteamericano. La desaparición de las nutrias llevo a una explosión demografica de las poblaciones de erizos marinos, una de sus presas favoritas, los erizos son herbívoros y rapidamente diezmaron los bosques de macroalgas. Sin las macroalgas, lo que quedo fueron rocas desnudas de vegetación, lo que a su vez llevo a la desaparición de los peces e invertebrados que ahí habitaban.
Muchos pescadores hasta la fecha ven a las nutrias y a los pinnípedos como competidores a los que hay que eliminar para aumentar la pesca. Sin embargo, desconocen que sin estos depredadores pronto no habría peces que atrapar. Los depredadores marinos como los lobos marinos y focas, son importantes no sólo para los ecosistemas marinos, si no para nuestra propia sobrevivencia y por ello les debemos nuestra protección.
Por: Dr. Alejandro Arias del Razo
Profesor de tiempo completo del Departamento de Ciencias Químico-Biológicas, UDLAP