Geopolítica post mundialista

Geopolítica post mundialista

El pasado mundial de fútbol soccer celebrado en Rusia nos ha dejado mucho que analizar tanto en la cancha como fuera de ella. La final “rompe quinielas” disputada entre Francia y Croacia cumplió las expectativas futbolísticas de cualquier aficionado al deporte con un abultado marcador de 4 goles a 2 en favor de los galos, mismo que les permitió alzar la anhelada copa de la FIFA por segunda vez en su historia.

El encuentro resultó bastante entretenido, más aún lo fue el momento de la premiación, presidido por las máximas autoridades de Rusia, Vladimir Putin; Francia, Emmanuel Macron y una poco conocida, hasta entonces, Kolinda Grabar-Kitarovic, presidenta de Croacia. Más de 70 mil personas en el estadio Luzhniki de Moscú y mil millones de espectadores en diversas plataformas, presenciaron en vivo una situación fuera de todo protocolo, donde el presidente Putin era la única persona resguardada de la lluvia, mientras sus pares francés y croata sufrían el torrencial aguacero, instancia que pudo haber sido evitada de no ser por el retaso de casi treinta minutos en el inicio del ceremonial.

A pesar del lamentable desatino protocolario, Putin supo aprovechar el magno evento mundialista para replicar un concepto que Ian Clark (1989) nos compartió en su ensayo The Post-Cold War Order: “las grandes potencias buscan el establecimiento de un orden internacional, de acuerdo con sus principales intereses”. En otras palabras, el líder ruso anotó un gol importante al demostrarle al mundo que su país está hoy más cerca de las repúblicas democráticas y más alejado de aquella imagen de los espías de la extinta Komitet Gosudárstvennoy Bezopásnosti.

Por su parte, el empapado mandatario francés, recibió serios embates que lo cuestionaban sobre contradicciones en su agenda migratoria. De manera puntual, se le acusa de celebrar eufóricamente los goles de una selección nacional plagada de hijos de inmigrantes, para muestra un botón: la gran revelación Kylian Mbappé, de padre camerunés y madre argelina; Ousmane Dembélé, de padre maliense y madre de ascendencia senegalesa y mauritana; Paul Pogba, hijo de guineanos; Nabil Fekir, de argelinos; N’Golo Kanté y Djibril Sidibé, de ascendencia maliense; Benjamin Mendy, de senegaleses; Blaise Matuidi, de angoleños; Adil Rami, de marroquíes; Presnel Kimpembe, de madre haitiana; Alphonse Areola, de filipinos; Varane y Lemar de ascendencia antillana (Martinica y Guadalupe). De acuerdo con el portal Reporte Índigo, sólo cuatro de sus 23 jugadores tienen padre y madre nacidos en el país, entre ellos el guardameta Hugo Lloris, lo que se refleja en un 82% de los jugadores del seleccionado francés con un origen foráneo. Particularmente, solo Samuel Umtiti, nacido en Camerún y Steve Mandanda, portero suplente nacido en la República Democrática del Congo, son los únicos jugadores que nacieron fuera del país. Sin embargo, nuestra alienada memoria a corto plazo no debería dejar pasar que la máxima figura francesa de los últimos 20 años, Zinedine Zidane, nacido en Marsella, es de origen argelino.

El dedo en la llaga para el delantero Macron, evidencia las más de 26,000 personas que fueron expulsadas de Francia durante 2017, 14% más que en el 2016, aún bajo el yugo de François Hollande. Su estrategia defensiva también presenta cifras de alto nivel, pues el número de extranjeros rechazados en fronteras incrementó de 63,732 en 2016 a 85,408 para 2017, lo que representa un 34%. Sus acciones de represión son severamente criticadas, exhibiendo la violación de derechos humanos en los centros de detención para migrantes como “La Jungla”, cerca de la frontera con el Reino Unido, aunado a una nueva ley en puerta contra los no refugiados.

La terna de la geopolítica post mundialista se cierra con la aparición a cuadro de la presidenta Kolinda Grabar-Kitarovic, mandataria de la ex Yugoslavia, quien se robaría el corazón de millones de fanáticos del balompié internacional con esa historia de pasión futbolera que la llevó a portar el jersey de su selección en cada partido, a pagar con recursos propios su viaje en clase turista y a disfrutar los encuentros desde la tribuna con cualquier otro aficionado croata. La gran calidad de esta generación de jugadores donde imperan Subasic, Vrsaljko, Vida, Lovren, Strinic, Rakitic, Brozovic, Rebic, Modric, Perisic y Mandzukic, no será suficiente para incluir a la liga croata en las próximas ediciones de FIFA o PES y será siempre opacada por el carisma de su mandataria.

El Dr. Dejan Jovic, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Zagreb, afirma que el perfil de Kitarovic se inclina hacia un conservadurismo populista-nacionalista, lo que se contrapone a la imagen que los espectadores nos llevamos de ella, sin embargo, la estrategia “pro fan futbolera” funciona para incluirla, no solo en ambientes sectarios masculinos, demostrando su fortaleza y capacidad, sino que le ha permitido codearse con altos mandatarios internacionales previo a las próximas elecciones en su país.

En el detrás de cámaras de la premiación, la presidenta favorita del mundo le da pelea a Macron por el balón de oro a la xenofobia, con una política migratoria cerrada, opuesta a la repartición de refugiados durante la crisis europea, un proyecto de ley para encarcelar a quienes prestaran ayuda a los inmigrantes ilegales, una Ley de Extranjería que prohíbe atención en vivienda, salud y alimento a quienes se encuentren ilegalmente en el país y por si fuera poco, el apoyo a la construcción de vallas y muros al más puro estilo de juego de Trump.

Los franceses han ganado la vigésima primera edición del mundial de fútbol, pero todos seguimos perdiendo, día a día, el encuentro contra las políticas migratorias nacionalistas… Allez Les Bleus, Allez La France!

Por: Mtro. Omar Derahin Saldaña Medrano

Egresado de la Licenciatura en Comunicación, Especialidad en Gestión Internacional y Maestría en Gobernanza y Globalización, UDLAP.

omard.saldanamo@udlap.mx

 

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