¿De quién es el Muro de Trump?

¿De quién es el Muro de Trump?

“El muro de Trump” que difícilmente puede catalogarse como un muro y que de ninguna manera fue “idea” de Trump fue todo en lo que pude pensar este último año, fue lo que me trajo a estudiar el posgrado a Nueva York, fue el tema sobre el que más libros compré, más artículos leí y más ensayos escribí –incluido éste. Los muros han hecho historia; roto records; albergado ciudades; ganado guerras; desplazado a millones, separado a familias: La Muralla China; Las Murallas de Constantinopla; “El Nuevo Muro de la Vergüenza” que separa a Israel de Cisjordania; La muralla de Gorgan en Irán; “Los muros de paz” en Irlanda del Norte y la Zona Desmilitarizada (DMZ) entre las Coreas, son solo algunas de las muchas paredes con estatus de celebridad que desfilan en nuestra historia como humanidad. Su caída incluso más que su construcción ha inspirado la industria cultural hasta el cansancio. El muro de Berlín –quizá el Marilyn Monroe de los muros– es perfecto ejemplo de ello: musa de grandes artistas, tema de cientos de películas, canciones que se convirtieron en himnos y escenario de producciones literarias de misterio, espías y amores prohibidos. Entonces ¿Qué tienen los muros que nos obsesionan tanto? Esa es mi pregunta de investigación.

El 12 de junio de 1987, el entonces presidente del “mundo libre”, Ronald Reagan pronunció frente a la puerta de Brandemburgo en Berlín las siguientes palabras: “Mr. Gorvachev open this gate. Mr. Gorvachev tear down this wall” (Reagan, 1987) y poco después, en noviembre de 1989, aquel “mundo libre” vería y celebraría la caída del muro, la antesala del fin, de la Guerra Fría.

Una nueva era empezó, una era a la que el presidente Bush describió como “próspera y pacífica” donde un futuro se veía “libre del fantasma del conflicto global” (New York Times, 1991). Ese futuro nunca llegó y si llegó, no duró ni cinco minutos. El Efecto CNN –la mediatización de los conflictos armados y crisis humanitarias– que inició con la Guerra del Golfo, proyectaría en horario estelar la muerte en tiempo real, la objetivación del sujeto, la mercantilización del cuerpo sin vida, nunca blanco, siempre “otro”, insensible, mudo y sordo a los ojos que lo miran y lo consumen durante la cena a modo de entretenimiento.

Al tiempo de la caída del muro de Berlín, 15 eran las estructuras que separaban al mundo, para la campaña presidencial del 2016, ya eran 77 (Miller, 2019); y con la misma emoción con la que 27 años atrás “el mundo libre” celebraba la caída del “Muro de la Vergüenza” gritaba a coro “Build that Wall”, estaban a punto de volverse 78.

Los muros nos obsesionan por varias razones o eso es lo que algunos académicos afirman. El historiador David Frye (2018) osadamente opina que los muros son siempre fronterizos y dividen al civilizado del bárbaro, protegen el progreso de la destrucción, son guardianes de la historia. Otros, como Greg Grandin (2019) creen que los muros fronterizos son la materialización del delirio de expansión estadounidense, la eterna promesa del Destino Manifiesto “Go West, Young Man”. Si la frontera es visible, si se levantan muros, éstos pueden ser leídos en términos futuros, simbolizando eternas posibilidades de nuevas conquistas, de tierras inexploradas, de recursos no explotados, de imperios por construir. Los muros se construyen para cruzarlos y así tener un pretexto para defenderse del bárbaro, “amenaza de la civilización”.

El “muro de Trump” ha sido semilla de muchos debates y análisis que pretenden condenar a la “Reagan” su construcción, eficiencia y sentido, ignorando que éste, comenzó a construirse en Caléxico, California durante la presidencia de Harry Truman y que el proyecto ha sido retomado por demócratas y republicanos por igual, desde entonces y hasta hoy; que todos sabemos que el muro no va a detener a ningún migrante; y que sí, Donald Trump en efecto es racista. Los debates sobre el muro son –en su mayoría– estériles, circulares y repetitivos. Aún con todo, seguimos produciéndolos, corriendo felices en nuestra rueda de hámster.

El “muro de Trump” como cualquier otro muro fronterizo borra la división entre lo militar y lo civil; entre el campus Rio Grande Valley de la Universidad de Texas y los mercados que artículos para el migrante indocumentado en Reynosa, Tamaulipas; entre el campo de batalla y los suburbios de la clase media alta, justifica todo ataque preventivo, criminaliza al migrante, al turista, al mirón, al niño y lo convierte en enemigo. No es casualidad que el muro este construido con materiales reciclados de la Guerras de Corea y Vietnam; tampoco es coincidencia que las filas de agentes fronterizos hayan estado conformadas –en su mayoría– por veteranos de esas mismas guerras y hoy, sean relevados por otros veteranos. No es coincidencia que los agentes fronterizos no necesiten aprobar evaluaciones de salud mental; ni que dicha agencia federal tenga un porcentaje 33% más alto en suicidios (Rohrlich, 2019). Los agentes fronterizos salieron de una guerra para entrar en otra; son actores de un escenario cuidadosamente diseñado para ellos, para su trauma, para el servicio del Gran Hermano; Fordismo humano para la industria más fructífera del mundo.

El muro de Truman, Eisenhower, Kennedy, Lyndon Johnson, Nixon, Ford, Carter, Reagan, Bush, Clinton, W.Bush, y Obama es un legado nacional, un muro que como todo lo que Trump toca, su narcisismo lo empuja a bautizarlo con su nombre. “El muro de Trump” sirve para traer el pretexto de “la guerra” a la puerta de su casa y hacer de la frontera un laboratorio de ésta; un espacio controlado donde probar sus nuevos juguetes sobre los cuerpos que no cuentan, los cuerpos que no sienten, los cuerpos que nadie busca: el de los migrantes.

Su narrativa se supo tan fuerte que imaginamos el muro como un muro y no como lo que es: una improvisación absurda, la fantasmagoría de una grandeza autoproclamada, un muro que a veces es reja; a veces sucesión de paneles; a veces llega a la rodilla, otras se caen con el viento; a veces no existe y también corta el mar. El muro fronterizo es la suma de las contradicciones de la nación norteamericana; la suma de sus fantasías y de sus delirios de persecución.

Mientras todos discutimos el muro de Trump, un imperio de murallas se construye alrededor del mundo, financiado mayoritariamente por Estados Unidos; en Guatemala y Honduras; Israel y Palestina; Kenia y Somalia y Siria y Jordania (Miller, 2019), todos los días se perfecciona el diseño y la eficiencia de la última frontera: la del sur de Estados Unidos. Acaparando la atención mediática, el muro fronterizo cumple su función al distraernos del resto del mundo, al ignorar el resto de las fronteras. Estados Unidos crea un imperio de concreto, para detener al desplazado, al migrante, al refugiado, al otro, mucho antes de que toque a su puerta. Con alambre de púas, concreto, metal, laser, dunas de arena y sensores marítimos, nuevas fronteras visibles son creadas y con ellas, nuevas tierras bárbaras aparecen; nuevos mundos se abren. El Destino Manifiesto se rehúsa a morir, “Go west, Donald Trump and so he went”. ¿De quién es el muro de Trump? Y entre más leo, más escribo y más estudio, más me convenzo de que ese muro, es nuestro.

Referencias:

[1] Aviña, Alexander. 2020. «OPINIÓN: La Verdadera Crisis Fronteriza». Expansión.

https://expansion.mx/opinion/2019/02/27/opinion-la-verdadera-crisis-fronteriza-no-es-de-la-que-trump-habla.

[2] Bush, George. «END OF THE SOVIET UNION; Text Of Bush’s Address To Nation On

Gorbachev’s Resignation». 1991. New York. End of the Soviet Union. New York Times Archives. https://www.nytimes.com/1991/12/26/world/end-soviet-union-text-bush-s-address-nation-gorbachev-s-resignation.html

[3] Feldman, Allen. 1994. «On Cultural Anesthesia: From Desert Storm To Rodney King».

Essay.American Anthropological Association. Jstor.

Foster, Hal. 1996. «Death In America». OCTOBER 75 (winter): 36-59.

[4] Frye, David. 2018. WALLS1st ed. New York: FABER AND FABER.

Grandin, Greg. 2019. The End Of The Myth. From The Frontier To The Border Wall In The Mind

Of America. 1st ed. New York: Macmillan.

[5] Miller, Todd. 2019. Empire Of Borders. The Expansion Of The U.S Border Around The World.

1st ed. Brooklyn, New York: Verso.

[6] Reagan, Ronald. 1987. «Remarks At The Brandenburg Gate». Speech, Berlin, Germany ,1987.

https://www.americanrhetoric.com/speeches/ronaldreaganbrandenburggate.htm

[7] Rohrlich, Justin. 2019. «US Border Officers Die By Suicide 30% More Often Than Other

Cops». Quartz. https://qz.com/1738901/us-border-officers-die-by-suicide-30-percent-more-often-than-other-cops/.

Por: Lic. María Fernanda Soria Cruz.

Egresada de la licenciatura en Relaciones Internacionales UDLAP.

maria.soriacs@udlap.mx

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