¿Por qué tienen que ser las madres más buenas que el resto de la gente?
“Sabemos mucho más acerca del aire que respiramos o de los mares que atravesamos, que acerca de la naturaleza y del significado de la maternidad” escribió Adrienne Rich en su libro Nacemos de mujer (2019). Casi medio siglo después, el conocimiento sobre la maternidad sigue siendo negligentemente ignorado, adquiriendo una reducida y estereotipada perspectiva sobre las madres. Hasta el día de hoy, el tema de las madres se encuentra plagado de idealizaciones e implicaciones que les exigen ser una única cosa: encarnación del amor y bondad. Aún cuando parezca que en las últimas décadas las mujeres han ganado un pequeño marco de acción y decisión, la idea general sobre ser madre sigue conteniendo la misma dosis de amor incondicional, entrega, sacrificio y desaparición de la autonomía. Cuando pensamos en la maternidad, nos vienen a la mente madres que suelen ser blancas, de clase media, estéticamente agraciadas, que viven en un fraccionamiento con un marido y matrimonio perfecto. No nos imaginamos a esas madres racializadas, pobres, adolescentes, violadas, lesbianas, inmigrantes, discapacitadas, prostitutas o transexuales; madres marginadas, violentadas; madres que no quieren ser madres, que abandonan, abortan, asesinan. Madres que no tienen la más mínima oportunidad de alcanzar jamás semejante ideal.
¿Dónde quedan entonces todas esas madres que no encajan con aquella imagen totalizadora y unificada de la maternidad? Constantemente, cada vez más madres caen en la desesperación al ser arrastradas al núcleo de la violencia de la institución maternal que las condena por la pobreza o marginación en la que se ven obligadas a criar, siendo abandonadas a su suerte y atormentadas por una culpa insoportable al verse incapaces de cambiar su situación. Aún cuando la realidad de hoy en día hace que progresivamente sea más difícil para las mujeres estar a su altura, la idealización de la maternidad no cede un centímetro de terreno a la heterogeneidad, perpetuando un paradigma virtuoso y sentimental que posiciona a las madres en un pedestal moral, promulgando el amor materno-filial como instintivo, mientras niega la historia verdadera empapada de sombras y ambigüedades. Y no hay peor crueldad que la idealización que condena a las madres más desfavorecidas y vulnerables en un mundo injusto, como si la maternidad pudiera deslindarse del brutal contexto; como si la violencia pudiera borrarse del corazón humano.
¿Por qué tiene que ser las madres más buenas que el resto de la gente? “No creo que una madre con su hijo sea ni más moralmente creíble, ni más moralmente capaz que cualquier otra mujer”, escribió Rich hace unas décadas, evidenciando el ocultamiento de toda muestra de abandono o monstruosidad maternal que aún prevalece en nuestra actualidad (2019). Es necesario cuestionar el estereotipo maternal que se ofrece como máscara de la naturaleza, virtud y esencia, arrancándolo del pedestal y la inmundicia de la que se nutre. Es necesario liberar a las madres de la auto-represión de cualquier sentimiento de desesperación y contar las historias más perturbadoras que tenemos al alcance, para por fin entender lo que está pasando en aquel ámbito que catalogamos erróneamente como “privado”. Es necesario reconocer ese lado oscuro de la maternidad porque, como escribe Jaqueline Rose en su libro Madres: Un ensayo sobre la crueldad y el amor, “la negación del maltrato es peor que el maltrato en sí” (2018).
Acerca de la autora:
Michelle Gendreau Millet es licenciada en Literatura por la Universidad de las Américas Puebla y maestra en Estudios Interdisciplinares de Género por la Universidad Autónoma de Madrid (España), donde realizó estudios sobre la representación de la maternidad en la poesía mexicana escrita por mujeres, criticando su exclusión del canon hegemónico. Asimismo, cuenta con el diplomado de “Feminismos decoloniales” de la Escuela de Feminismos Alternativos Periféricas (España), y el diplomado de “Discriminación, violencia y crueldad como temas del presente” de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (España), impartido por la antropóloga feminista Rita Laura Segato. Actualmente se encuentra en proceso de inscripción del doctorado en Estudios Críticos de Género de la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México.
Por: Michelle Gendreau Millet
Egresada de la Licenciatura en Literatura de la UDLAP.