¿Por qué fue necesaria la reforma energética?
México es un país rico en recursos energéticos, su ubicación geográfica privilegiada lo coloca entre uno de los países con mayor patrimonio en esta materia, sin embargo, no es de los más ricos en estos recursos, ni somos –como país– una potencia industrial en el sector. Uno de los primeros cambios fue reformar la constitución jurídica de Petróleos Mexicanos (PEMEX) y Comisión Federal de Electricidad (CFE), lo que cambió su forma de gobierno y estructura organizacional y administrativa, ahora son denominadas empresas productivas del estado.
Una realidad, es que en las ultimas décadas, ni PEMEX ni CFE, lograron fortalecer el sector energético, generando una mediana competitividad a nivel mundial y, según reportes del Gobierno de la Republica en su exposición de motivos para la Reforma Energética, se expresa que «para un funcionamiento óptimo de la industria de exploración y extracción se requiere una inversión de 60 mil millones de dólares al año… PEMEX cuenta con un presupuesto anual de 20 mil millones de dólares al año y, en un ajuste fiscal, se podría contar con 30 mil millones de dólares: faltarían otros 30 mil millones». Esa es la perspectiva en materia de hidrocarburos, la de la industria eléctrica no es más afortunada. CFE por décadas fue la responsable de tejer, estructurar y administrar la transmisión y distribución de electricidad a lo largo del país, la figura de productor independiente que consiste en que los particulares podrían generar su propia energía y venderla a CFE, tampoco fue suficiente pues es la misma red de distribución y transmisión que se encuentra en severos problemas de presupuesto.
El riesgo de depender presupuestalmente sólo del sector energético es que la estructura gubernamental se vea obligada a generar mecanismos fiscales más agresivos de recaudación con sus consabidos problemas para la mayoría de los contribuyentes.
Aunado al desarrollo de políticas medio ambientales se promulgaron leyes y reglamentos en materia de energía limpia en condiciones muy por debajo de los estándares internacionales de protección al ambiente, y según los expertos, estas energías limpias no lo son del todo, pues alteran los ecosistemas o los destruyen de facto, por ejemplo, los campos de energía eólica, que en algunos casos alteran o destruyen las corrientes migratorias de aves y el componente químico que arrojan al aire al lubricarse no es de origen natural. Sin embargo, las mismas disposiciones proponen o dan lugar a medidas de mitigación de daños, que no necesariamente son eficaces. El dilema está en el necesario desarrollo energético que se debe traducir en un impulso económico para el país y la conservación del medio ambiente. Las decisiones prudentes e informadas serán la clave del verdadero éxito de este nuevo rumbo de la materia en nuestro país.
Por: Dra. Elizabeth Espinoza Monroy
Profesora de tiempo completo del Departamento de Derecho UDLAP