Nuestra crisis migratoria
Artículo publicado previamente en la página web de Eje Central (25 de octubre, 2018)
http://www.ejecentral.com.mx/razon-publica-nuestra-crisis-%E2%80%A8migratoria/
La oleada de migrantes que logró tirar la valla fronteriza en Guatemala, ocupar el puente sobre el Suchiate e internarse a territorio mexicano, ha evidenciado la hipocresía y doble discurso nacional sobre el fenómeno de la migración. Exigimos a Estados Unidos un trato respetuoso y digno para nuestros connacionales, cuando no estamos dispuestos a hacer lo mismo con quienes migran desde Centroamérica.
Lo que ocurre en nuestra frontera sur ha puesto sobre la mesa que el racismo y la xenofobia contra migrantes pobres está profundamente arraigado en nuestro país. El México que se indignó con los insultos y la persecución impulsados por Trump, no tuvo empacho en manifestar su desprecio por quienes migran obligados por la violencia y la marginación. No estamos al margen de la ola de odio que recorre el mundo.
Pero por más que exista la tentación de ver la caravana migratoria como un problema de Centroamérica, algo que en todo caso tendrían que resolver Guatemala, Honduras o El Salvador, en realidad se trata también de un problema mexicano que exige una respuesta coherente de las autoridades mexicanas. Esto no puede ser de otra forma. Cuando hemos demandado a Estados Unidos disposición y sensibilidad para regularizar la situación migratoria de connacionales, no podemos dar la espalda e ignorar lo que ocurre en nuestra frontera sur.
El reto no es menor para el gobierno que iniciará funciones el 1 de diciembre. A la gravedad de los problemas políticos, económicos y sociales heredados y la complejidad de su agenda de gobierno, se suma una crisis migratoria y humanitaria regional que alterará la dinámica de nuestras fronteras y que va a trastocar el delicado equilibrio con el gobierno de los Estados Unidos.
Desde Centroamérica difícilmente se podrá esperar una respuesta efectiva para contener los flujos migratorios y atender sus causas. La combinación de instituciones débiles, gobiernos sacudidos por corrupción, estancamiento económico y niveles muy altos de violencia, dificultan desarrollar las políticas necesarias para que las personas dejen de ver en la migración su única alternativa de vida. Sin dejar de lado que cortar los fondos de ayuda desde Estados Unidos equivale a echar más gasolina al fuego.
De Estados Unidos sólo cabe esperar presión y más presión para que México asuma la responsabilidad de frenar los flujos migratorios. El gobierno de Trump encontró en Peña Nieto a un gobernante dispuesto a asumir el rol de patrulla migratoria regional con tal de no descarrilar las negociaciones comerciales. La pregunta que ahora flota en el aire es si López Obrador tendrá la fuerza y voluntad política para resistir la presión que vendrá desde Estados Unidos y que se agudizará periódicamente como parte de sus ciclos políticos internos. Esos treinta millones de votos que pidieron cambios difícilmente le permitirán al nuevo gobierno convertir nuestras fronteras en murallas orientadas a proteger el territorio norteamericano. Pero eso lo obligará a definir una política migratoria para integrar laboralmente y regularizar a quienes migran desde Centroamérica. Lo cual es más fácil de decir que hacer, pues se necesitan recursos y capacidades institucionales que no se tienen y en tanto esto requiere una implementación gradual en el mediano plazo.
Lo que es indudable es que el futuro gobierno mexicano camina sobre un campo minado y que las decisiones que se tomen en este contexto tendrán repercusiones muy importantes para el arranque del sexenio, en nuestra relación con los Estados Unidos y en la credibilidad de la agenda del cambio.
Acerca del autor: Doctor en Ciencias Políticas y Sociales, Maestro en Ciencia Política y Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Nacional Autónoma de México, Especialidad en Política y Gestión Energética y Medioambiental, obtenida por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. Coordinador del Índice Global de Impunidad y el Índice México de Impunidad, UDLAP. Coordinador del Centro de Estudios sobre Impunidad y Justicia (CESIJ), UDLAP. Ha sido profesor de Ciencia Política y Relaciones Internacionales en diversas universidades como: La Universidad Iberoamericana, el Centro de Investigación y Docencia EconómicaS (CIDE), el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), Campus Santa Fé y el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), También ha fungido como profesor del Diplomado en Análisis Político estratégico en el CIDE y tutor de la Maestría en Derechos Humanos y Seguridad Pública del Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa (ILCE). Ha sido ponente en distintos congresos nacionales e internacionales, donde ha hablado de temas como derechos humanos e impunidad, entre otros. En el servicio público se ha desempeñado como Director General de la Fundación Humanismo Político, A.C., en el Senado de la República entre 2009 y 2013. Coordinador General de Asesores en la Secretaría de Relaciones Exteriores entre 2004 y 2006. Coordinador de Análisis en la Coordinación General de Comunicación Social de la Presidencia de la República entre 2002 y 2003. Director General de Análisis y Estrategia en la Coordinación Para el Diálogo y la Paz en Chiapas, entre 2000 y 2002. Director Académico de la Fundación Rafael Preciado Hernández entre 1996 y 2000. Desde 2017 es Nonresident Scholar en el Mexico Center del Baker Institute en la Universidad de Rice y desde 2015 es consejero de la Asociación Civil Inteligencia Pública, Actualmente es Coordinador Académico del Departamento de Relaciones Internacionales y Ciencia Política de la Universidad de las Américas Puebla, además es columnista semanal en el portal de noticias www.ejecentral.com.mx.
Por: Dr. Juan Antonio Le Clercq.
Profesor del Departamento de Relaciones Internacionales y Ciencia Política, UDLAP.