¿Las pocas horas de sueño predisponen a la obesidad en población joven?
La obesidad sigue siendo una enfermedad de alta incidencia en México y el resto del mundo, especialmente en la población infantil y adolescentes. Según la OMS, ha ido aumentando en los últimos años especialmente en países de bajos y medianos ingresos. Tan solo en el 2016 había cerca de 120 millones de niños y adolescentes obesos en el mundo (OMS, 2017). Si bien, se ha demostrado que los hábitos alimentarios, actividad física y genética participan como factores de riesgo en el desarrollo de la enfermedad, nuevos estudios arrojan la posible correlación entre un sueño ineficiente con el aumento de peso (Wagner, et al., 2018).
Para empezar, se debe hacer notar que el tejido adiposo tiene dos funciones principales: reserva energética y endócrina. Ésta última secreta diversas hormonas que se encargan de la regulación de apetito, donde las anorexigénicas como la leptina, aumentan el estado de saciedad, mientras que las orexigénicas como la grelina, promueven el apetito. Todas estas sustancias son monitoreadas en el cerebro por el núcleo arcuato, el ventromedial y el hipotálamo lateral. Su señalización es clave en el balance energético y una alteración de los sistemas regulatorios homeostáticos pueden conllevar al sobrepeso y obesidad (Escobar et al., 2013).
Por otra parte, el sistema circadiano se encarga de definir los ciclos de sueño/vigilia y es regulado por el área péptica del hipotálamo y el tallo cerebral. Durante el ciclo de vigilia es predominante la actividad física, consumo de alimentos y demás actividades en el día, mientras que durante el ciclo de sueño se llevan a cabo los procesos de reparación celular, organización de memoria y reducción de la digestión.
De modo que, cuando los ciclos de sueño son alterados se afectan principalmente el sistema neuroendocrino y nervioso autónomo (Ding, et al., 2018) y esto repercutirá en la señalización del balance energético y del comportamiento de la ingesta de alimentos. Por tanto, habrá un aumento de hormonas orexigénicas incluso hasta en un 30% y disminución del 15% de leptina. En otras palabras, a menor horas de sueño, habrá mayor sensación de hambre. Tal como lo observó Beebe et al. (2015) en un ensayo clínico cruzado donde adolescentes de 14-17 años consumieron más calorías en condiciones restrictivas de sueño (6.5 horas) en comparación con la duración normal de 10 horas.
Ahora bien, hay que señalar que no es lo mismo el número de horas de sueño y la calidad de éste, pero si se ha visto una asociación entre la mala calidad y el sobrepeso u obesidad. Un metaanálisis conducido por Fatima et al. (2016) sugirió un vínculo entre mala calidad de sueño y obesidad en jóvenes con una probabilidad [OR=1.46] de desarrollar la enfermedad. Algunos estudios indican que esta asociación es independiente de la duración, por lo cual no se descarta la posibilidad que la duración del sueño sea un factor secundario de este problema. Es decir, aspectos clínicos como insomnio, apnea del sueño o alteraciones al ritmo circadiano también juegan un rol importante en el desarrollo de la obesidad.
Aunque hay expertos que señalan que el sueño alterado y la obesidad sean efectos de causas subyacentes más profundas, desde luego que esta enfermedad puede ser parte de una relación causal con otras variables de factores genéticos o ambientales, pero no está exenta la alteración del sueño como un propiciador de la obesidad (Fatima et al., 2016). Sin embargo, muchos investigadores concuerdan que los mecanismos fisiopatológicos siguen siendo inciertos, especialmente en la población joven.
En México y en el mundo se conoce muy poco de los hábitos de sueño en los niños y adolescentes, por lo que se debe de fomentar la investigación futura para identificar la población en riesgo de desarrollar la enfermedad, además de incluir otros factores como sociales, genéticos y demás. Todo esto con el fin de impulsar la prevención de enfermedades que están afectando la salud pública a nivel mundial.
Referencias:
- Beebe, D., Zhou, A., Rausch, J., Noe, O., & Simon, S. (2015). The Impact of Early Bedtimes on Adolescent Caloric Intake Varies by Chronotype. Journal Of Adolescent Health, 57(1), 120-122. doi: 10.1016/j.jadohealth.2015.
- Ding, C,. Lim, L.L., Xu, L,. & Shan Kong, A. P. (2018). Sleep and Obesity. Journal of Obesity & Metabolic Syndrome, 27, 4-19. https://doi.org/10.7570/jomes.2018.27.1.4
- Escobar, C., González Guerra, E., Velasco Ramos, M,. Salgado Delgado, R,. & Ángeles Castellanos, M. (2013). La mala calidad de sueño es factor promotor de obesidad. Revista Mexicana de Trastornos Alimentarios, 4, 133-140. https://doi.org/10.1016/S2007-1523(13)72000-7
- Fatima, Y., Doi, S. A. R., & Mamun, A. A. (2016). Sleep quality and obesity in young subjects: a meta-analysis. Obesity Reviews, 17(11), 1154–1166. https://doi.org/10.1111/obr.12444
- Organización Mundial de la Salud. (2017). La obesidad entre los niños y los adolescentes se ha multiplicado por 10 en los cuatro últimos decenios. Recuperado el 8 de julio de 2020, de https://www.who.int/es/news-room/detail/11-10-2017-tenfold-increase-in-childhood-and-adolescent-obesity-in-four-decades-new-study-by-imperial-college-london-and-who#:~:text=Datos%20mundiales%20sobre%20obesidad%20e,75%20y%20117%20millones%2C%20respectivamente
- Sluggett, L., Wagner, S., & Harris, R. (2019). Sleep Duration and Obesity in Children and Adolescents. Canadian Journal Of Diabetes, 43(2), 146-152. doi: 10.1016/j.jcjd.2018.06.006
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