La paz y seguridad ciudadana que vienen
El pasado 1 de julio, en México se registró lo que hoy podemos aseverar fue una verdadera fiesta cívica, en virtud de la gran participación de ciudadanos que acudieron a las casillas, como por el ambiente de tranquilidad en el que se desarrolló la jornada (salvo casos excepcionales que, sin subestimarlos, permiten calificarla de esa forma). Así pues, concluyó un proceso que abrió el paso de nueva cuenta a la alternancia política, ganada principalmente gracias a una serie de factores de inconformidad de diversa naturaleza, entre los que sobresale el tema de seguridad.
Consecuentemente, las expectativas en la nueva estrategia nacional para su atención son muy altas, los cambios se antojan radicales, aunque no deberán, quienes estén a cargo de tan alta y compleja responsabilidad, perder de vista todos los logros alcanzados. Habrá quienes alberguen la idea, que sin duda es un anhelo legítimo que, a partir del 1 de diciembre próximo, la paz y seguridad prometidas en respuesta a la exigencia ciudadana deberán de sentirse; hago votos porque así sea. Sin embargo, suceda o no esto, como ciudadanos responsables tenemos también una tarea, así como esperamos ese cambio por parte de las Instituciones del Estado Mexicano y sus funcionarios; la de cambiar nosotros como ciudadanos para contribuir con el objetivo de alcanzar esa paz y tranquilidad esperadas.
De inicio, quiero excluir de este exhorto, felicitándolos de antemano, a todos quienes derivado de un ejercicio de reflexión consideren que como mayores de edad, jóvenes, adultos y adultos mayores, en sus diferentes roles de vida, padres, hijos, trabajadores, profesionistas, patrones, directivos e incluso servidores públicos, etc., adoptan, inculcan y supervisan sobre quienes tienen un deber de cuidado, las más elementales medidas de prevención no sólo para evitar ser víctimas del delito, sino para apartarse de las conductas antisociales, impidiendo que con sus acciones u omisiones incentiven y promuevan la comisión de cualquier tipo de delito.
Para el resto de los ciudadanos, se tiene una decisión por tomar y es en todo caso, hacer lo necesario para estar dentro del supuesto en el que se encuentran los referidos en el párrafo anterior, de quienes quiero precisar, no es que hayan permitido o consentido que la federación, los estados y los municipios soslayen su responsabilidad establecida en el art. 21 de nuestra Constitución, que les asigna la función de la Seguridad Pública y que comprende la prevención de los delitos, la investigación y persecución para hacerla efectiva, así como la sanción de las infracciones administrativas, sino por el contrario, en muchos de los casos han asumido un rol que va más allá de cuidar a su círculo más cercano, convirtiéndose en líderes de organizaciones civiles en pro de la seguridad, que hoy día además de exigentes ciudadanos demandantes de mejoras en la seguridad, son vigilantes del quehacer policial, ministerial, pericial y judicial, sujetos estos a su escrutinio, de cuyo ejercicio generan propuestas que incluso llegan a formar parte de las políticas públicas en la materia.
En el 12° Congreso de las Naciones Unidas Sobre Prevención del Delito y Justicia Penal (Salvador de Bahía, Brasil 2010), se definió que la Prevención del Delito “engloba toda labor realizada para reducir el riesgo de que se cometan delitos y sus efectos perjudiciales en las personas y la sociedad, incluido el temor a la delincuencia”
En la actualidad, resulta extraordinariamente fácil obtener información sobre las medidas de prevención del delito, “la necesidad obliga” y es por eso que resulta paradójico que hoy cuando tenemos mayor acceso a esa información, lamentablemente no hemos aprendido a utilizarla oportuna y eficazmente, y sólo por citar unos ejemplos: la gente sigue siendo víctima de extorsiones vía telefónica, con engaños que van desde la obtención de un premio, hasta la historia de un familiar en apuros, entre tantas tretas más utilizadas por los delincuentes. Por eso se hace necesario insistir en que no basta con obtener la información, sino asegurarse de que realmente genere un cambio de conducta en las reacciones que se tengan eventualmente cuando haya que tomar una decisión respecto a nuestra seguridad, la de quienes dependen de nosotros y de nuestros bienes, si llegamos a este punto, entonces podremos decir que hemos aprendido. En consecuencia, cuando se resulta ser víctima de la comisión de un delito, nos debe de mover a la reflexión y al análisis, sobre la oportunidad de evitabilidad del daño, el riesgo permitido o la falta de cuidado, para descifrar su origen y evitar así su repetición.
Fundamentalmente la cultura de la prevención del delito estriba en saber protegerse, adquiriendo y aprendiendo los conocimientos que nos permitan identificar los riesgos, a efecto de reducirlos o neutralizarlos.
La cultura de prevención del delito inicia en el seno familiar, debiendo ser encabezada principalmente por los padres. Actualmente, diferentes instancias de los tres órdenes de gobierno desarrollan loables esfuerzos, a través de sus áreas especializadas de prevención del delito, proximidad social y vinculación, impartiendo pláticas, cursos y talleres a docentes y alumnos en escuelas de todos los niveles, a organizaciones de la sociedad civil, cámaras y en todos los sectores de la sociedad, con temas muy específicos como Cultura de la Legalidad, Prevención de Delitos Cibernéticos, del Secuestro y Extorsión, Robo de Vehículo, etc., y los principales problemas detectados son, que quienes participan recibiendo toda la información, no se empoderan aplicándola, más aún, no se encargan de que la misma permee en su círculo más cercano, la familia, y se adopten las medidas preventivas necesarias para evitar ser víctimas de estos. La información es poder, si, frase muy trillada, pero ello no le resta certeza. No olvidemos, los delincuentes eligen el lugar, la forma y el momento para cometer sus ilícitos, y estadísticamente será más probable que elijan sus blancos sobre quienes adviertan como presas fáciles y redituables, con el mínimo de esfuerzo y menor probabilidad de ser aprehendidos.
Todos quienes me dispensan su atención dando lectura a este artículo, tienen la posibilidad de ingresar vía internet, a las diferentes páginas web como la de la Policía Federal, su aplicación PF Móvil, las de las Secretarías de Seguridad Pública de los Estados, así como de la mayoría de sus Policías Municipales y de las Fiscalías o Procuradurías de los Estados, Organizaciones de la Sociedad Civil relacionadas con el tema de seguridad, entre otras tantas más, en las que pueden obtener información valiosa que les permitirá generar un esquema de protección familiar, que incluya medidas al interior de su hogar, un código de seguridad secreto que permita constatar la identidad de sus integrantes en caso de una eventualidad, hábitos de prevención en sus tránsitos a pie y en sus vehículos, el cuidado de estos para evitar el robo, el cuidado de los infantes en lugares públicos, las previsiones en el desarrollo de sus actividades rutinarias como las operaciones bancarias, la compra de un vehículo o cualquier otro bien, etc., etc.
La mejor armadura con la que podemos vestirnos y arropar a nuestro círculo cercano será en primera instancia la información, por ello, una plática seria con quienes lo integran sobre este tema en particular no es descabellado, ni deberá situarnos en una posición de paranoia, aunque siempre puede haber alguien que aceche, Homo homini lupus, por el contrario, nos colocará en una postura muy responsable, personal, familiar, social y de reconocimiento de una realidad que debemos enfrentar juntos, de común acuerdo, coadyuvando con el Estado Mexicano, con sus instituciones, para acortar el tramo que nos conduzca a la paz y seguridad ciudadana que vienen, en conclusión, no sólo las esperemos, vayamos a su encuentro.
Por: Mtro. Eduardo Valiente Hernández
Egresado de la Maestría en Administración de Negocios, UDLAP.