La insurgencia en la Sierra Norte de Puebla: algunos héroes olvidados
A doscientos años de la consumación de la Independencia de México, nos encontramos en un momento de grandes cambios y retos nacionales e internacionales. Fuera de los líderes de cualquier movimiento, se conserva poca información testimonial de los actores comunes que contribuyeron a las grandes causas nacionales, es decir, de las mujeres y hombres que sacrificaron sus vidas y familias por movimientos trascendentes, quedando sus nombres y hechos en la mayoría de los casos, olvidados en las páginas del tiempo.
Momentos coyunturales como el que vive nuestra nación en este año, nos brindan la oportunidad de reflexionar y profundizar más en el estudio de los procesos y actores poco conocidos, haciendo un pequeño reconocimiento a sus acciones y encontrando alguna inspiración para hacer frente a los propios retos y batallas de nuestro tiempo, por ejemplo frente a la pandemia por COVID-19.
Doscientos años después de consumada la Independencia Nacional, regiones de la entidad como la Sierra Norte de Puebla, aún experimentan profundos movimientos socioeconómicos y verdaderas luchas -por ejemplo- contra proyectos mineros devastadores. Esta región (la sierra poblana y Los Llanos de Apan) conocida durante la Independencia como el Departamento del Norte, era una zona económica y estratégicamente importante para la administración virreinal.
Luego de iniciado el movimiento encabezado por el sacerdote Miguel Hidalgo y Costilla el 16 de septiembre de 1810, hubo personas y hasta grupos pequeños que aisladamente se integraron a las partidas militares que operaban en la región, principalmente encabezados por comisionados de los dirigentes, aunque también algunas poblaciones como Zacatlán, se sumaron a la lucha armada (Guedea, 1996).
De acuerdo a Virginia Guedea (ídem), para agosto de 1811 el jefe principal de los insurgentes en el Departamento del Norte era José Mariano Aldama (sobrino de Juan Aldama), desafortunadamente antes de finalizar ese año, fue asesinado en una hacienda de la región, cuando huía de la persecución del realista Ciriaco del Llano. Su lugar sería ocupado por un líder originario de la región, llamado José Francisco Osorno. Éste último líder insurgente, si bien sería sustituido oficialmente el 13 de junio de 1814 por Ignacio Rayón, mantendría la dirigencia real del movimiento en la zona hasta finales de 1816, cuando tras la ejecución del caudillo don José María Morelos y Pavón, además de la embestida del realista Manuel de la Concha, Osorno y la mayoría de sus colaboradores se acogen a un indulto (Aguilar-Patlán, 2006).
Desde los primeros años de la lucha insurgente, hubo personas en la región que brindaron su apoyo a la causa independentista, el principal fue el párroco de Tetela José Antonio Martínez de Segura llamado el “Tatita Cura”, quién aportó “grandes sumas de dinero en sostener las divisiones de (José Francisco) Osorno” el líder regional. Por otro lado “también estuvo el religioso agustino fray Francisco Bonilla, quien administraba una hacienda de la región y a menudo viajaba disfrazado a Zacatlán llevando cartas y otros efectos a los insurgentes” (Guedea, 1996; Aguilar-Patlán, 2006). Además, hubo personajes que aportaron suministros, como fue el caso del capitán José Mariano Méndez, padre del general Juan Nepomuceno Méndez Sánchez (AHPFMB; Aguilar-Patlán, 2006) y otros, que además contribuyeron a la lucha armada, como el capitán Juan Nepomuceno Bonilla, padre del coronel republicano Vicente Antonio Bonilla Segura (AHPFMB). El insigne insurgente e historiador Carlos María de Bustamante, señaló sobre este periodo:
“En 26 de dicho mes (abril de 1815) se presentó en Zacatlán el Comandante D(on) Eugenio Terán en demanda mía: no distaba yo mucho de él, pero salvé de sus garras; no hizo el menor daño á los vecinos, y se retiró á los dos días; no obraron de este modo los indios de Zacapoaxtla, pues en el próximo mes de mayo entró una gruesa partida en Tetela de Xonotla, donde fueron reciamente batidos por D(on) Cirilo Osorno, el cual pudo haberlos hecho á todos prisioneros si hubiera sabido custodiar la iglesia donde se refugiaron en la noche después de derrotados; saquearon la casa cural, pues iban en solicitud del Cura D(on) José Antonio Martínez de Segura, hombre octagenario, pero lleno de virtudes, y decidido por la causa de la independencia: era el padre común de todos los insurgentes, y por eso le llamábamos el Tatita Cura. Yo participé de sus bondades en el rancho de Acatlán, juntamente con mi esposa que pasó en el una larga dolencia estando allí todos ocultos (a). Este eclesiástico gastó muchas sumas de dinero en sostener las divisiones de Osorno, y era el asilo de sus afligidos soldados. Merezca por tanto de la posteridad el justo aprecio de que lo hicieron digno sus virtudes (sic)” (Bustamante, 1825).
Gracias a la pluma de la Sra. Victoriana Segura, esposa del capitán Bonilla, constata para la posteridad en un documento “Esta es la medalla que ganó mi Sr. Juan N(epomuceno) Bonilla, por la Yndependencia de Méjico, peleando al lado de (José Francisco) Osorno y Dn. José Ma. Morelos (y Pavón), hasta el triunfo del Sr. Dn. Agustín de Yturbide en 1821, es mi deseo que mis hijos la conserven (sic)”, conservando sus descendientes, la condecoración otorgada por Agustín de Iturbide a Juan Nepomuceno Bonilla, por sus contribuciones a la Independencia de México (AHPFMB).
Venancio Aguilar-Patlán (2006) señala que para 1820 llega a la región “el segundo grito de nuestra Independencia”, ante ello, poblaciones de la región participan con una contribución llamada Extracción de guerra. Es precisamente en esos años que encontramos diversa e importante correspondencia entre el líder Agustín de Iturbide y otros dirigentes insurgentes con el capitán Juan Nepomuceno Bonilla, por lo que se atestigua su presencia nuevamente en el movimiento, hasta su triunfo definitivo en 1821 (AHPFMB).
Luego de la firma de los Tratados de Córdoba el 24 de agosto de 1821 y la consumación de la Independencia por medio de la firma del Acta de Independencia del Imperio Mexicano el 28 de septiembre de 1821, el Reino de España no abandonó totalmente la idea de recuperar México. En un último intento por reconquistar a la joven nación, a las once de la noche del 3 de abril de 1822, entró el batallón español de Zaragoza a la entonces villa de Zacapoaxtla, abriendo fuego y matando a tres vecinos que pertenecían a la guardia de la cárcel, narra el coronel Antonio Carrión (1897) que “…los zacapoaxtecos salieron á los suburbios á concertar un plan de ataque, las mujeres sin distinción pasaron la noche haciendo parque que remitían con los niños y las niñas á sus maridos, padres é hijos. Cortaron los zacapoaxtecos los caminos, levantaron trincheras y al amanecer del Jueves Santo estaban sitiados los españoles… En el punto llamado Xochihuehueyteco, los españoles formaron cuadros, y se defendieron desesperadamente… Los zacapoaxtecos volvieron a sus casas á proveerse de parque y víveres, repuesta su artillería y provistos de parque, salieron el Sábado de Gloria con dirección a Tlatlauquitepec”. Sobre este hecho de especial relevancia histórica para México por la participación indígena en la lucha armada, se cuenta con el testimonio del coronel republicano Manuel Molina, hijo del capitán insurgente José Molina, quién señaló “…mi padre y mis tíos combatieron en abril de 1822 á los últimos gachupines que pretendían apoderarse de México en la entonces villa de Zacapoaxtla, persiguiéndolos hasta Tlatlauquitepec y derrotándolos el Sábado Santo de aquel año, conduciendo á los prisioneros á Puebla. Estos hechos avivaron sentimientos de libertad y justicia que desde tiempo inmemorial permanecían en nuestro interior (sic)” (AHPFMB).
No se cuentan con registros sobre los fallecimiento de los capitanes insurgentes Juan Nepomuceno Bonilla, ni José Molina, tampoco del párroco José Antonio Martínez de Segura. En otro caso, el 20 de marzo de 1824, en medio de serias dificultades económicas, muere en la hacienda de Tecoyuca, Chignahuapan, el brigadier José Francisco Osorno (Kuri, 1996).
La vida de muchos actores comunes de los grandes hechos nacionales e internacionales, muchas veces queda olvidada como se dijo al inicio, aunque hoy se tiene la oportunidad de hacer un recuento historiográfico, honrando a personajes cuyos testimonios documentales, aportan luz sobre las contribuciones de ellos a la causa de la Independencia de México. En estos tiempos de retos, es preciso reflexionar sobre el legado que pretendían dejar aquellos a las generaciones venideras, sobre los deberes y responsabilidades que como ciudadanos tenemos frente a los propios desafíos del país y del mundo globalizado de hoy en día, buscando siempre contribuir a la solución de los problemas, para la construcción de una sociedad más justa, equitativa, culta y pacífica.
Sobre el autor:
Luis Eduardo Torres Molina, es Licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad de las Américas Puebla (UDLAP), actualmente estudiante de la Maestría en Administración de Empresas en la UDLAP. Preside la Sociedad de Defensores de la República Mexicana y sus Descendientes A.C., organización de carácter cultural. Autor entre otros trabajos, de la obra Breviario de Abadón (2013) publicada por Rojo Siena.
Referencias:
- Archivo Histórico Privado de la Familia Molina Bonilla (AHPFMB), en Acervo Histórico de la Sociedad de Defensores de la República Mexicana y sus Descendientes Asociación Civil. Ciudad de México, México.
- Aguilar-Patlán, Venancio A. (2006). Sexto Batallón de Guardia Nacional del Estado de Puebla. La Reforma en Tetela de Ocampo, Puebla, 1855-1873. Escuela Nacional de Antropología e Historia. INAH-SEP: México.
- Bustamante, Carlos M. (1825). Cuadro Histórico de la Revolución de la América Mexicana comenzada en quince de septiembre de mil ochocientos diez, por el ciudadano Miguel Hidalgo y Costilla. Parte primera de la tercera época. La Águila: México.
- Carrión, A. (1897). Historia de la Puebla de los Ángeles. Tomo II. Davalos e Hijos: México.
- Guedea, V. (1996). La insurgencia en el Departamento del Norte: Los Llanos de Apan y la sierra de Puebla, 1810-1816. UNAM-Instituto Mora: México.
- Kuri, R. (1996). Chignahuapan y su historia. SCGEP-BUAP: México.