Del Zócalo a la Colonia Roma, (breve, muy breve) antología del cine mexicano: 1897-2019
La magia del cine, inventado por los hermanos Louis y Auguste Lumière a finales del siglo XIX, se propagó de manera asombrosa por todo el mundo. De forma particular, el presidente Porfirio Díaz abrió las puertas de nuestro país a la llegada de la nueva tecnología, que inició producciones documentando hechos de la vida cotidiana, como Riña de hombres en el Zócalo (Ignacio Aguirre, 1897)1, que fue la primera cinta hecha en México. Con la llegada de la revolución, pese a cualquier expectativa, el cine cobró mayor importancia ya que, en vez de ser censurado, se utilizó para documentar campamentos, despliegues de batallones, victorias y derrotas.
Después de la primera guerra mundial, varios jóvenes mexicanos como Fernando de Fuentes, Emilio Fernández, Roberto y Joselito Rodríguez, pudieron aprender sobre la realización de cine en Hollywood, convirtiéndose en la primera camada de directores mexicanos. Desde entonces, nuestro cine ha sido, en varias etapas, replicador de la producción internacional en boga, como el género dramático de los años cuarenta, el Rock and Roll de los sesenta o la comedia romántica de principios de este siglo.
Santa (Antonio Moreno, 1931)2, basada en la novela de Federico Gamboa, fue la primera película sonora, gracias a la técnica de correr una cinta con audio de forma sincronizada. También fue la primera producción de la Compañía Nacional Productora de Películas, el inicio de nuestra industria fílmica, que en muy poco tiempo produciría más de 10 películas anualmente, destacando por su contenido narrativo y visual la adaptación del cuento de Mauricio Magdaleno El compadre Mendoza (Fernando de Fuentes, 1933)3. Con el nacimiento de dicha industria, también se imitaría la figura de la estrella hollywoodense, catapultando a figuras como Emilio “El indio” Fernández, María Félix, Pedro Armendáriz y Dolores del Río, por mencionar solo algunos.
Lo mejor que le pudo pasar al cine mexicano fue mantenernos al margen de la segunda guerra mundial, puesto que los proveedores americanos, limitados por la recesión, encontraron en nuestro mercado al cliente ideal. Gracias a este intercambio comercial, se produjo cine con tecnología de punta que, aunado a la calidad de actores y directores, consagró la “Época de Oro”, de la que destacan 3 géneros: el melodrama, el revolucionario y la comedia. El director Ismael Rodríguez logra convertir a Pedro Infante en la figura de todos ellos, inmortalizándolo como el gran ídolo mexicano. En el melodrama también resaltan los hermanos Soler, Marga López, Arturo de Córdoba, Emma Roldán, Ernesto Alonso, Irma Dorantes, Joaquín Pardavé y Doña Sara García, siendo Nosotros los pobres (Ismael Rodriguez, 1947)4 el ícono de este género. Por su parte, el cine revolucionario empoderaría la figura del “Charro” como héroe, galán y cantante, destacando Jorge Negrete, Luis y Antonio Aguilar y el propio Pedro Infante en películas como Los tres García (Ismael Rodríguez, 1947)5 y Dos tipos de cuidado (Ismael Rodríguez, 1952)6.
Quizá los millenials crean que inventaron el stand up, pero en el México de los cuarenta y cincuenta fue cuna de grandes personajes que saltaron de la carpa ambulante a la pantalla grande, el más reconocido a nivel mundial fue, sin duda, Mario Moreno “Cantinflas”, del que destaca Ahí está el detalle (Juan Bustillo, 1940)7; como olvidar a Adalberto Martínez “Resortes”, Antonio Espino “Clavillazo”, Gaspar Henaine “Capulina” y por supuesto a los hermanos Manuel, Ramón y Germán Valdés “Tin Tan”, quienes recrearon y dignificaron los pesares de la vida cotidiana de la clase baja en las calles de la gran ciudad en historias como El Rey del barrio (Gilberto Martínez Solares, 1950)8.. Mención especial merece el cine de luchadores, género único en el mundo que fusiona el espectáculo de la lucha libre con el “héroe” de cómic norteamericano y que encuentra en la figura de “El Santo”, a su estandarte principal, hombre de edad madura y personaje popular en el cuadrilátero los sábados por la noche, quien debutara en Santo contra cerebro del mal (Joselito Rodríguez, 1958)9; con una trayectoria de más de cincuenta actuaciones y una imagen de culto que se mercantiliza hasta la fecha. Cabe mencionar que este género es estudiado en países como Francia y la India por considerarse surrealista.
Para el común denominador de la crítica, las mejores películas de la historia mexicana se realizaron en esa época, ambas adaptaciones literarias: la novela de Jesús Rodríguez Guerrero Los Olvidados (Luis Buñuel, 1950)10 y Macario (Roberto Gavaldón, 1960)11, texto de Bruno Traven, que sería la primera producción mexicana en ser nominada al Oscar como Mejor Película Extranjera. Poco después, nos alcanzaría la tendencia musical abanderada por el Rock and Roll, historias juveniles y frescas pero carentes de contenido, que impulsaron las carreras de cantantes como Enrique Guzmán, Angélica María, César Costa y Alberto Vázquez.
En 1963 se funda el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC) de la UNAM, del que egresarían los grandes directores de nuestros tiempos, pero antes de que eso sucediera, al igual que en todo el mundo, los movimientos juveniles pasaron del baile al contexto social, en busca de nuevos derechos, libertad y justicia. Con ellos el cine también cambió, fue más crítico y más abierto, mostrando la rebeldía juvenil que solo Carlos Fuentes podría describir en el guion de Los Caifanes (Juan Ibañez, 1967)12 o La verdadera vocación de Magdalena (Jaime Humberto Hermosillo, 1971)13, que fuera la primera cinta en contar con su propio Soundtrack a cargo de La Revolución de Emiliano Zapata. En esta etapa también se aprovecha el género documental para recabar, pese a la censura, imágenes de los acontecimientos históricos del movimiento del 68, como se rescata en El grito (Leobardo López Arretche, 1968)14. Otro género poco explorado hasta entonces fue el cine de terror, se lograron producciones de calidad a manos del director y guionista Carlos Enrique Taboada con Hasta el viento tiene miedo (1968)15, El libro de piedra (1968)16 y Más negro que la noche (1974)17. A principios de los setenta se presentó la mayor crisis del cine nacional, ya que los inversionistas apostaban al cine en casa, la Televisión. El último clavo al ataúd de la época de oro llega con el cine de lo absurdo en versión tragicomedia, donde aquellos actores que un día fueron los máximos representantes del histrionismo se vuelven cómplices del bajo presupuesto en cintas como Mecánica nacional (Luis Alcoriza, 1971)18 y Los Cacos (José Estrada, 1971)19.
Por fortuna o como rueda de la fortuna, una vez más el celuloide nacional renace con propuestas como Los Albañiles (Jorge Fons, 1976)20, basada en la novela de Vicente Leñero y las adaptaciones históricas de Felipe Cazals Canoa (1975)21, Las Poquianchis (1976)22 y El apando (1976)23, que parafrasea experiencias de José Revueltas durante su reclusión en Lecumberri. Pero la lucidez duraría muy poco ya que, en 1976, el presidente José López Portillo nombraría a su hermana Margarita como Directora de Radio, Televisión y Cinematografía (RTC), el resultado: censura a capricho, persecución política y producciones que parecían adaptaciones del Libro Vaquero. Se trasgredió la picardía de salva de Mauricio Garcés, se rompió la delgada línea entre la nostalgia y la denuncia de corrupción de Tívoli (Alberto Isaac, 1974)24, decayendo en la perversión basada en ficheras, desnudos y albures de Bellas de noche (Miguel M. Delgado, 1975)25, se intentaba profundizar en la sexualidad como en El Lugar sin límites (Arturo Ripstein, 1978)26, aunque el embelesamiento del expresidente por Sasha Montenegro era más importante que la difusión de la cultura. Lo mismo sucedió con el cabrito western, cine producido en la frontera norte que reflejaba el sentir del chicano y sus aventuras de mojado, que pasó de intentos como Contrabando y traición (Arturo Martínez, 1976)27 al emporio de los hermanos Almada, quienes realizarían más de 300 producciones basura apologizando la violencia y el narcotráfico.
Para 1978, Emilio Azcárraga Milmo, en afán de expandir el exito de la televisión a la pantalla grande, inicia las operaciones de Televicine y así comienza una nueva mezcla entre miscelánea televisiva de consumo popular, abanderada por Roberto Gomez Bolaños “Chespirito” con El Chanfle (Enrique Segoviano, 1979)28 y un desfile de estrellas juveniles que pretendieron saltar de Siempre en Domingo a la pantalla grande como Luis Miguel, Lucero, Alejandra Guzmán y la dinastía de La Risa en Vacaciones, en locaciones de moda como en el hotel del productor y director René Cardona en Acapulco, donde por cierto, solo un puñado de despistados turistas llegamos a hospedarnos alguna vez. De ese periodo se rescata El Topo (Alejandro Jodorowsky, 1983)29 con la colaboración del maestro Rafael Corkidi; Mariana, Mariana (Alberto Isaac, 1986)30, basada en la novela de José Emilio Pacheco Las batallas en el desierto, a la que también hace homenaje Café Tacvba en su tema Las batallas y que dicho sea de paso, es una película en blanco y negro que habla sobre los aconteceres de las familias de clase media en la colonia Roma; y Rojo amanecer (Jorge Fons, 1989)31, primera cinta de ficción en hacer referencia a los sucesos de 1968 y leading actor debut de los hermanos Bichir.
Con la creación del Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine) en 1983, se abre la puerta al llamado nuevo cine mexicano, inyección de presupuesto y enorme creatividad de los realizadores se conjugaron en propuestas innovadoras como La tarea (Jaime Humberto Hermosillo, 1990)32; Sólo con tu pareja (Alfonso Cuarón, 1991)33, ópera prima de los hermanos Cuarón; Cronos (Guillermo del Toro, 1992)34 también su primera película; Como agua para chocolate (Alfonso Arau, 1992)35, homónima de la novela de Laura Esquivel y El callejón de los milagros (Jorge Fons, 1995)36. En una segunda etapa, el nuevo cine evoluciona para mostrar pasajes actuales, más realistas, más crudos y más profundos, rompiendo tabús políticos, religiosos y sexuales, como La Ley de Herodes (Luis Estrada, 1999)37; Amores perros (Alejandro González Iñárritu, 2000)38, que catapulta al cine mexicano a la escena internacional y la cinta Y tu mamá también (Alfonso Cuarón, 2001)39, el origen de los Charolastras y el primer guiño a Cleo y su natal Tepelneme, Oaxaca. Mención honorífica para El Violín (Francisco Vargas, 2005)40, una poesía emocional y visual que desmenuza la injusticia social de México.
En la década más reciente, el cine mexicano entró en un impasse ciclado entre producciones de comedia romántica y los pezones de Martha Higareda o en la impunidad de la violencia y corrupción del gobierno y el narcotráfico. Entonces llega Roma a hacer olas en el cine palomero y las opiniones se encuentran y la euforia se destapa. Probablemente exagera en cumplir con el checklist de los recursos cinematográficos necesarios para que su película fuera aspirante a reconocimientos internacionales: impecabilidad fotográfica, extrema atención al detalle, mezcla excesiva de sonido y un plano secuencia de 5 minutos y medio realizado con 5 incipientes actores, 3 de ellos menores de edad adentrándose al océano. Quizá en ese afán de perfección se le escapa, cual acto del viejo profesor Zovek, profundizar en la narrativa de temas como el clasismo social, la segregación indígena y la realidad urbana contra idealización rural. Recordemos que debemos analizar todo lo que dice, pero también sus silencios y omisiones. Pero la criticamos como si en verdad supiéramos, como si fuera culpa del director la situación de todas las sirvientas del país, se nos olvida que el cine, como el texto de un escritor, es el capricho de mostrar al mundo lo que siente a través de sus ojos, con pretensiones de verdad absoluta, aunque quisiéramos que todo fuera hecho a nuestro gusto, como si ordenáramos nuestra película en una cadena imperialista de café Caramel Macchiato Venti Deslactosada Light.
Por decisión arbitraria solo he mencionado en esta ocasión 40 películas, que bien pueden ser una guía básica must watch, ya sea siguiendo el orden cronológico de la numeración al estilo Cortázar o apreciarlas al azar. Le puedo asegurar, estimado lector, que si acepta este #veámoscinemexicanochallenge al completar la lista puede considerarse con toda autoridad “Crítico de cine mexicano” nivel intermedio.
Por: Mtro. Omar Saldaña Medrano
Egresado de la Licenciatura en Comunicación, UDLAP.