Un pedacito de zanahoria

Un pedacito de zanahoria

El 18 de septiembre de 1938, hace 80 años, Mussolini anunciaba la promulgación de las “Leyes Raciales”, que cambiarían la vida de millones de personas. La senadora a vida Liliana Segre, de 88 años, narró como ella vivió la noticia y la aplicación de las leyes, dado que ella era unas de las muchas judías italianas, que vivieron las consecuencias del decreto. Una niña de 8 años. Una niña feliz. Una niña serena. Narra que nunca se había sentido diferente de las otras niñas de el segundo grado de primaria que había apenas terminado. Hasta el 18 de septiembre cuando su papá le explicó que había sido expulsada de la escuela, pensó inmediatamente “¿Y yo que hice de mal?” y esa palabra “expulsada”, la hizo sentir por primera vez “la otra”, un sentimiento que siguió con ella por el resto de su vida. Se volvió “la otra”, no por la culpa de haber hecho algo terrible, sino, simplemente, por la culpa de haber nacido. Y su maestra, visitándola a casa, para su enorme sorpresa en lugar de defenderla, de darle un beso, de sentirse conmovida, solamente dijo gélidamente: “Yo no hice las leyes raciales”. Y se fue. Lo que más la marcó y la persiguió toda la vida fue la “indiferencia” de todas las personas, que de parte de “su” maestra, y todos sabemos que significa para un niño la figura de la maestra, fue para ella peor que una cachetada: “Yo no hice las leyes raciales”. La indiferencia reina soberana. La puerta de la escuela se cerró irremediablemente para ella para siempre. Luego trataron, ella y el padre, de escapar a Suiza, pero, al pedir refugio político, el oficial helvético, les dijo que eran unos mentirosos y los regreso a Italia con los soldados apuntándolos con los rifles y fueron entregados a la policía, para que los arrestaran. Y empezó el tormento de la pregunta: “¿por qué a mí?”. “¿por qué yo?”. Y de allí, el primero de enero del 44 fue deportada al campo de concentración de Auschwitz-Birkenau, después de siete terribles días de viaje, sin poder salir del tren, amasados como animales. Inmediatamente, a la llegada fue separada del padre, que moriría después de pocos meses, y en mayo, llegaron también sus abuelos paternos, que fueron inmediatamente ejecutados a la llegada. Fue empleada en trabajo forzado, de esclavo, en la fabrica de municiones de propiedad de la Siemens, que tenían sus instalaciones en el campo (como muchas otras grandes empresas alemanas, que, al terminar la guerra, perdieron la memoria). Al finalizar el conflicto, en enero del 45, fue evacuada del campo y tuvo que enfrentarse a la infame “Marcha de la Muerte”, hacia Alemania que dejó miles de muertos por el frio, por el cansancio y la desnutrición.

En el campo, con un cuerpo reducido a puros huesos, una calaca con ojos, en un momento que era una adolecente desesperada, pero fuerte: porque había entendido que solo dentro de ella podía encontrar la fuerza para poder sobrevivir.

Y cuando, en el egoísmo general, sin nada, entre la indiferencia de los demás, una desconocida, compañera de sufrimientos, se da cuenta que casi eres un relicto de una persona, un “pedazo de carne”, como llamaban a los prisioneros las SS, extrae de un horrible pañuelo un pedacito de una zanahoria, del tamaño de una monedita y te la regala, tengo que reconocer que cuando alguien no tiene nada, un gesto así, se vuelve inmensamente importante y relevante, porque, mas allá de la zanahoria, significa que otra persona que no tiene nada como tú, se priva de una cosa importantísima, que debe de haber encontrado entre la basura del campo y la regala a otro. ¿Quién da algo a alguien en esas condiciones? Ella fue extremadamente importante en mi vida, yo no se el nombre de esa persona ni ella el mío… pero fue muy, muy importante.

A su regreso con los abuelos maternos en Italia, nunca quiso hablar de su experiencia, por un lado, porque sabía que alguien que no la hubiera vivido no la podía entender, pero también por la “indiferencia” de las personas hacia ella:

Era muy difícil para mis parientes convivir con un animal herido como era yo: una muchacha reduce del infierno, de la cual se pretendía docilidad y resignación. Aprendí rápidamente a tener para mi mis trágicos recuerdos y mi profunda tristeza. Nadie me entendía, era yo que tenía que adecuarme a un mundo que quería olvidar los eventos dolorosos apenas pasados, que quería volver a empezar, codicioso de divertirse y de no pensar en el pasado.

Lamentablemente los sobrevivientes como la senadora Segre, por razones de edad, ya no nos podrán relatar su aterradora experiencia, como lo realiza la senadora yendo a las escuela, sensibilizando a los jóvenes de hoy, que según los psicólogos se trauman de por vida por un comentario de un profesor, de un compañero, de un amigo; nos ponen en perspectiva de la suerte que en realidad hemos tenido hasta hoy de no haber padecido lo que millones de persona tuvieron que soportar y ya no lo podrán relatar.

Como bien lo recordaba el filosofo y político Edmund Burke “Para que triunfe el mal, sólo es necesario que los buenos no hagan nada”. Es la Indiferencia peor que la violencia como nos lo recordaba la señora Segre.

Acerca del autor: Ingeniero Químico de la UAEM, con maestría en computación del ITESM, Campus Morelos. Posteriormente cursó un Doctorado en Administración en el Programa del ITESM, Campus Ciudad de México y la Universidad de Texas en Austin. Es profesor del ITESM, desde 1985, Ha sido Profesor invitado en la Maestría de Administración de la Rectoría de la Universidad Virtual, de la EGADE del Campus Monterrey y del Programa de Graduados del Campus Ciudad de México, Cuernavaca, San Luís Potosí y Morelia. Ha sido expositor en diferentes programas de Educación Continua, tanto presenciales como virtuales (Programa AVE) en diferentes Campus del Sistema ITESM, y en variadas regiones de la República y de América Latina (Perú, Colombia, Ecuador, Costa Rica, Panamá). Fue profesor de los “Paquetes educativos” del Sistema ITESM, impartiendo la materia de “Seminario de Análisis Económico, Político y Social” y el “Seminario de Filosofía Empresarial” en posgrado, tanto en maestría como en doctorado. Ha recibido en varias ocasiones la distinción de profesor mejor evaluado en el Campus Morelos, Ciudad de México, Monterrey y Santa Fe y en la Universidad Pontificia Bolivariana en Medellín, Colombia. Es fundador del Campus Santa Fe, donde fungió como director de la División de Negocios y Posgrado. Ha sido consultor en diferentes Instituciones, tanto públicas como privadas, tales como IMTA, GFT, la ONU-Méx, Línea Bancomer, Confitalia, Canacintra, Coparmex, Inophos e Infonavit, entre otras. Hasta el 2015 fue profesor de la EGADE Business School y del Executive MBA de la Universidad de Texas en Austin, donde impartió la materia de “Global Management”. 4 Es autor del libro “Yo, el Director” de Editorial Océano y fue reconocido por la revista “America Economía” como el segundo mejor libro de gerencia en español del 2010 y primero en Latinoámerica. Próximanente saldrá con la misma editorial la publicación del libro “Santo Tomás, CEO. Liderazgo Basado en Virtudes, (Virtues Based Leadership, VBL)”. Premio 2103 de Ex-a-Tec Nacional, en los festejos de 70 años del Tecnológico de Monterrey, a “Profesores que dejaron Huella”. Actualmente es profesor de tiempo completo del Departamento de Administración de la UDLAP.

 

Por: Dr. Mario De Marchis Pareschi,

Profesor de Tiempo Completo del Departamento de Administración de Empresas, UDLAP.

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