Más alumnos y más tecnología
Por años se ha debatido el número ideal de estudiantes por aula sin investigaciones concluyentes al respecto, es más, hacen falta estudios sobre el tema. La experiencia dice que las escuelas primarias tenían grupos de más de sesenta alumnos que, manejados por normalistas expertos, funcionaban bien y en el bachillerato los grupos eran de cincuenta alumnos, sin que el aprendizaje sufriera menoscabo.
No puede olvidarse que eran épocas predigitales, donde el profesor trabajaba sólo con gis y pizarrón. Se cubrían los temarios y la curva normal de calificaciones se cumplía razonablemente. El profesor hacía la diferencia respecto a si la materia era exitosa o no y, ciertamente, los resultados podían diferir radicalmente dependiendo del docente a cargo de la materia, pero no de la materia misma.
Desde hace algunos años varias universidades privadas han intentado el modelo de clases numerosas, entre sesenta y ciento veinte alumnos. El resultado ha sido el mismo, depende del profesor a cargo de la materia, de la experiencia que tiene en el manejo de grupos numerosos y, hay que aceptarlo, es muy importante que las condiciones del salón favorezcan el manejo de este tipo de grupos, respetando la densidad del mismo (número de alumnos y metros cuadrados disponibles). Lo anterior es diferente a lo que hacen algunas universidades estadounidenses, donde hay un conferenciante y profesores ayudantes, que son los que llevan el peso de la clase; aquí hablamos de un profesor titular y, tal vez, algún ayudante, pero desarrollando un modelo de clase en que el profesor se cerciora del avance y aprendizaje del alumno y asume la responsabilidad del mismo.
La ventaja de actualidad es la incorporación de estrategias docentes mediadas con tecnología digital, la cual permite la comunicación constante con los alumnos, posibilita la revisión de tareas de manera electrónica sin necesidad del manejo de papel, permite la elaboración de exámenes breves, concisos y que son automáticamente calificados, retroalimentando al alumno de sus errores y, además, posibilita centrar las actividades de aprendizaje en la comprensión, en lugar de la extensión. Es curioso seguir escuchando a los profesores universitarios hablar de largas sesiones de calificación de ejercicios y exámenes, cuando la computadora puede reducir y automatizar el proceso de evaluación y retroalimentación.
La duda o desconfianza al respecto nace de no analizar el objetivo final de la materia que impartimos, de no dosificar el conocimiento para evaluarlo de la misma manera y no reconocer que nos falta mucho camino por aprender en la enseñanza de las materias universitarias. Necesitamos romper nuestros propios paradigmas y repensar nuestras prácticas docentes ante los nuevos escenarios educativos, que piden al profesor un rol menos protagónico, y aplicar transformaciones tecnológicas, así como un cambio didáctico a las materias que impartimos.
Por: Mtro. Francisco Javier Calleja
Departamento de Finanzas y Contaduría de la UDLAP
–Mtro. Javier Piñataro
Desarrollo Docente de la UDLAP