El lado obscuro de Newton
Donde brillan muchas bellezas no han de ofender algunas manchas,
de las que rara vez se escapa la naturaleza humana.
Horacio (65 aC-8 aC)
En la isla de Wight, nace hace casi cuatrocientos años un niño que, ya desde la infancia, no puede que transformar todo lo que ve en preguntas, hambriento de poder saber cada día más. Robert, este es el nombre del niño, crece con un hambre infinita de saber que hay en las cosas, por qué son así, y se vuelve un gran científico, el primer científico en la historia a obtener un sueldo por el título de “experimentador”. Realiza experimentos científicos en todas las disciplinas, química, física, biología, cronometría, astronomía, náutica y arquitectura. Un día, al observar un pedazo de madera en un microscopio, se percató que estaba formado por compartimientos regulares, a los cuales nombró “célula”. Era la primera vez que se usaba este término, inventó la “cristalografía”, perfeccionó el Observatorio de Greenwich y mejoró tanto el microscopio como los primeros telescopios, inventó el barómetro a rueda y el punto triple del agua, como base de la escala de temperatura. Y entonces uno se pregunta: ¿por qué este hombre, tan reconocido en su tiempo, con resultados tan innovadores, que cambiarían la historia de la ciencia, es prácticamente desconocido? Porque, Robert Hooke, un día cometió un error mortal: un día, otro miembro de la Royal Society, recién formada, un miembro un poco soberbio de su capacidad y muy susceptible e irritable, terminaba de presentar su teoría, cuando Hooke se levantó y le dijo no estar de acuerdo con él y que ya había publicado con anterioridad los fundamentos de la teoría que acababa de presentar. Entonces el que acaba la exposición de sus ideas, que era nada menos que Isaac Newton, presentando su “Teoría de la Gravitación Universal”, juró vengarse del delito de Lesa Majestad, que acababa de cometer su colega al cuestionarlo: ¡que terrible atrevimiento! Y así, se dio al trabajo de borrar de la historia la figura de Robert Hooke, para que nadie pudiera recordar el nombre de quien lo había retado y cuestionado. Sí, Isaac Newton juró guerra a Robert Hooke. Y así, cuando Newton fue nombrado presidente de la Royal Society, impartió una orden categórica: que todos los innumerables descubrimientos que había hecho Hooke fueran atribuidos a otros científicos y que así constara en todos los documentos de la sociedad científica londinense. El nombre de su predecesor tenía que ser borrados de la historia, de la misma forma que se hizo en el antiguo Egipto con la figura del faraón herético Akenatón, hace más de tres mil años. También dictaminó que todos los retratos de su enemigo fueran desaparecidos y destruidos y es por esto por lo que Hooke, sigue siendo unos de los pocos científicos importantes, del cual no tenemos idea de como era su rostro y su figura.
Es “el científico sin rostro”.
En los últimos años, algunos historiadores y científicos han puesto gran empeño en reivindicar a este “genio olvidado”, por usar las palabras de uno de sus biógrafos, Stephen Inwood.
Esto es muy ilustrativo de la naturaleza humana: todos los hombres somos una “caja de sorpresas”, capaces de grandes obras y también de enormes crímenes, de grandes virtudes y de bajos vicios. ¿Quién fue Napoleón? ¿El más grande general y gobernante de todos los tiempos o un gran carnicero y asesino de hombres? Tanto lo uno como lo otro. ¿Quién fue Pedro el Grande? ¿Un despiadado déspota o el gran modernizador y constructor de la Rusia moderna? Uno y otro. ¿Y Catalina la Grande? ¿Una gran soberana o una refinada ninfómana? Ambas cosas.
No por nada la famosa novela de Stevenson, “El extraordinario caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde”, retrata perfectamente el lado obscuro que todo hombre tiene: Jekyll es un científico que crea una poción que tiene la capacidad de separar la parte más humana del lado más maléfico de una persona. Cuando Jekyll bebe esta mezcla se convierte en Edward Hyde, un criminal capaz de cualquier atrocidad.
Los antiguos griegos lo sabían muy bien: su más grande héroe, Hércules o Heracles, es capaz de las más grandes y valientes acciones y también de las más bajas y terribles: en un rapto de locura mata a su esposa y a sus hijos y es condenado a expiar la culpa, realizando los famosos “12 trabajos”, que inspiraron a toda una literatura y mitología.
Así, podemos reconocer que Isaac Newton fue un grande y extraordinario científico, un ejemplo de hombre, sin desconocer que también fue un pequeño y vengativo personaje, capaz de borrar de la historia, a otro gran científico, por sentirse cuestionado por él.
Sí, todos somos una maravillosa y aterradora “caja de sorpresas”.
Acerca del autor: Mario de Marchis Pareschi, es Doctor en Administración por el ITESM, Campus Ciudad de México y la Universidad de Texas en Austin, Maestro en Computación por la misma universidad y Licenciado en Ingeniería Química por la UAEM. Es profesor del ITESM desde 1985. Ha sido Profesor invitado en la Maestría de Administración de la Rectoría de la Universidad Virtual, de la EGADE del Campus Monterrey y del Programa de Graduados del Campus Ciudad de México, Cuernavaca, San Luís Potosí y Morelia. Ha sido expositor en diferentes programas de Educación Continua, tanto presenciales como virtuales (Programa AVE) en diferentes Campus del Sistema ITESM, y en variadas regiones de la República y de América Latina (Perú, Colombia, Ecuador, Costa Rica, Panamá). Fue profesor de los “Paquetes educativos” del Sistema ITESM, impartiendo la materia de “Seminario de Análisis Económico, Político y Social” y el “Seminario de Filosofía Empresarial” en posgrado, tanto en maestría como en doctorado. Ha recibido en varias ocasiones la distinción de profesor mejor evaluado en el Campus Morelos, Ciudad de México, Monterrey y Santa Fe y en la Universidad Pontificia Bolivariana en Medellín, Colombia. Es fundador del Campus Santa Fe, donde fungió como director de la División de Negocios y Posgrado. Ha sido consultor en diferentes Instituciones, tanto públicas como privadas, tales como IMTA, GFT, la ONU-Méx, Línea Bancomer, Confitalia, Canacintra, Coparmex, Inophos e Infonavit, entre otras. Hasta el 2015 fue profesor de la EGADE Business School y del Executive MBA de la Universidad de Texas en Austin, donde impartió la materia de “Global Management”. Es autor del libro “Yo, el Director” de Editorial Océano y fue reconocido por la revista “América Economía” como el segundo mejor libro de gerencia en español del 2010 y primero en Latinoámerica. Próximamente saldrá con la misma editorial la publicación del libro “Santo Tomás, CEO. Liderazgo Basado en Virtudes, (Virtues Based Leadership, VBL)”. Actualmente es profesor de tiempo completo del Departamento de Administración en la Universidad de las Américas Puebla e imparte las materias de: Administración de cambio, Administración de conocimiento, Temas selectos y en la maestría Modelo de dirección.
Por: Dr. Mario De Marchis Pareschi.
Profesor De Tiempo Completo del Departamento de Administración De Empresas, UDLAP.