Oclocracia

Oclocracia

Políbio de Megalopoli (200 a.C.-120 a.C.) fue traído como rehén a roma en el 168 a.C. y perteneció al círculos de los Escipiones, y en su obra “La historia”, se propuso narrar como en menos de 53 años los Romanos conquistaron todo el mundo conocido. La suya fue la primera historia universal que se haya escrito y fue con Escipione Emiliano a conquistar Cartago en el 146 a.C., después de la destrucción de Corinto y fue nombrado gobernador de Grecia. Murió a los 82 años cayendo de un caballo.

Políbio acuño el término «oclocracia» al fruto de la acción demagógica: «Cuando esta [la democracia], a su vez, se mancha de ilegalidad y violencias, con el pasar del tiempo, se constituye la oclocracia» (Historias, VI, 4). Según su teoría de la Anaciclósis, la teoría cíclica de la sucesión de los sistemas políticos, la oclocracia se presenta como el peor de todos los sistemas políticos, el último estado de la degeneración del poder. Políbio describe un ciclo de seis fases que hace volcar la monarquía en la tiranía, a la que sigue la aristocracia que se degrada en oligarquía, luego de nuevo la democracia piensa remediar la oligarquía, y, ya, en la sexta fase, se configura como oclocracia, donde no queda más que a esperar al hombre providencial que los reconduzca a la monarquía.

Platón describía esta situación, de forma magistral, en la “República” 562-563e:

“Cuando un pueblo devorado por la sed de libertad se encuentra a tener coperos que le sirven cuanto quieren, hasta emborracharlo, sucede que los gobernantes dispuesto a concederlas demandas siempre mas exigentes de los súbditos, son llamados déspotas. Quien se demuestra disciplinado es pintado como un hombre sin carácter, un siervo. Sucede que el padre con miedo termina tratando a los hijos como sus pares y ya no es respetado; el maestro no osa llamar la atención a los alumnos y éstos se burlan de él; que los jóvenes demanden los mismos derechos de los viejos y para no parecer demasiados severos, los viejos ceden. En este clima de libertad, y en nombre de esta, no existe ya respeto por nadie.

Y en medio de tanta permisividad nace y se desarrolla una mala planta: la Tiranía”

No parece que está describiendo la situación actual, hace más de 2,600 años, y si fuera publicado en un periódico, todo mundo gritaría que está describiendo nuestra época y a los “millenials”.

Así, tenemos la destrucción sistemática de la herencia civil, cultural y moral de Occidente y de la difusión de la ignorancia y de los miedos más bajos, sobre las cuales prosperan mafias y el conformismo consumista. En un momento en el cual la administración de la justicia, de las instituciones sanitarias y escolares están colapsando, se opone a decisiones técnicas y científicas, tildándolas de aristocracias intelectuales y con el lema “uno vale uno”, es decir, no importa la preparación y la educación de quién opina, todos somos “igualitos”. Es el triunfo de la oclocracia: el gobierno de la plebe, de los peores y de los ignorantes, que tienen el derecho de opinar sobre todo lo que se quiere. Desde si el aeropuerto es una buena decisión, si hay que seguir aplicando las vacunas, o, ahora por el colmo de la estupidez, el señor Junker, presidente de la Comisión Europea, por un referéndum popular, quiere abolir el horario de invierno, pero dejando a cada país de Europa, la decisión de aplicarlo o no. Así ¡Adiós Unión Europea! Pura oclocracia. “El pueblo es sabio”, lamentablemente casi nunca lo ha sido, por eso los gladiadores pedían clemencia al emperador y no al pueblo, porque sabían que el pueblo solo quiere sangre, como pasó, hace unos días, en un pueblo cerca de Puebla, donde lincharon a dos supuestos secuestradores. Hacer pensar que la oclocracia es democracia, es un error que los antiguos griegos nunca hubieran cometido. Políbio lo sabía muy bien:

“en el momento que llega una nueva generación y la democracia cae en las manos de los nietos de los fundadores, estos están tan acostumbrados a la igualdad entre las personas y a la libertad de expresión que ellos mismos dejan de entender el valor de esos términos y tratan de subirse sobre sus ciudadanos, y es digno de nota el hecho que las personas más atraídas a esta tentación sean los ricos. Así, cuando empiezan a ambicionar los cargos públicos, dándose cuenta de que no pueden obtenerla gracias a sus esfuerzos o méritos, entonces empiezan a seducir y corromper el pueblo de toda forma posible, llegando así, al desgaste del patrimonio. El resultado es que por medio de su insensata e ilimitada ganas de aparecer, estimulan en la masa la práctica de la corrupción, acostumbrándola a ella; así, rápidamente el rol de la democracia es así transformado en el gobierno de la violencia y de “la mano dura”. Desde ese momento, los ciudadanos empiezan a acostumbrarse a ganar a expensa de los demás y sus perspectivas de victoria dependen de apropiarse de la propiedad del vecino; por consiguiente, en cuanto encuentran un líder suficientemente ambicioso y audaz, pero excluido de los honores de los cargos públicos a causa de su pobreza, introducirá el régimen de la violencia. Al final, unirán sus fuerzas, seguirán las masacres, expulsarán a los opositores y finalmente degeneraran en un estado de bestialidad, después del cual, otra vez más, encontraran un monarca y un déspota”.

Pero nosotros ya hemos desaprendido todo este conocimiento antiguo y como “uno vale uno” y el “pueblo es sabio”, en lugar de creerle a los expertos en cuanto a decisiones técnicas, todo tiene que ser cuestionado por quien nada sabe, y hacen tan válido el famoso dicho de Mark Twain: “no es lo que no sabes lo que te daña, es lo que crees saber y no es así”. Solo los sabios saben de no saber mientras entre más ignorante es una persona más cree saber, porque en realidad no sabe nada. El hecho es que la ciencia no es una democracia: la velocidad de la luz no se decide por un referéndum, ni la eficacia de las vacunas, más bien, en la ciencia sólo pueden opinar los que pasaron años estudiando sobre los libros y utilizan un método riguroso de experimentos para distinguir la verdad de la mentira.

Pero nosotros, no. Viva la república de los asnos.

¡Viva la Oclocracia! ¡El “pueblo es sabio”!

Acerca del autor: Ingeniero Químico de la UAEM, con maestría en computación del ITESM, Campus Morelos. Posteriormente cursó un Doctorado en Administración en el Programa del ITESM, Campus Ciudad de México y la Universidad de Texas en Austin.

Es profesor del ITESM, desde 1985, Ha sido Profesor invitado en la Maestría de Administración de la Rectoría de la Universidad Virtual, de la EGADE del Campus Monterrey y del Programa de Graduados del Campus Ciudad de México, Cuernavaca, San Luís Potosí y Morelia.

Ha sido expositor en diferentes programas de Educación Continua, tanto presenciales como virtuales (Programa AVE) en diferentes Campus del Sistema ITESM, y en variadas regiones de la República y de América Latina (Perú, Colombia, Ecuador, Costa Rica, Panamá).

Fue profesor de los “Paquetes educativos” del Sistema ITESM, impartiendo la materia de “Seminario de Análisis Económico, Político y Social” y el “Seminario de Filosofía Empresarial” en posgrado, tanto en maestría como en doctorado.

Ha recibido en varias ocasiones la distinción de profesor mejor evaluado en el Campus Morelos, Ciudad de México, Monterrey y Santa Fe y en la Universidad Pontificia Bolivariana en Medellín, Colombia.

Es fundador del Campus Santa Fe, donde fungió como director de la División de Negocios y Posgrado.

Ha sido consultor en diferentes Instituciones, tanto públicas como privadas, tales como IMTA, GFT, la ONU-Méx, Línea Bancomer, Confitalia, Canacintra, Coparmex, Inophos e Infonavit, entre otras.

Hasta el 2015 fue profesor de la EGADE Business School y del Executive MBA de la Universidad de Texas en Austin, donde impartió la materia de “Global Management”.

Es autor del libro “Yo, el Director” de Editorial Océano y fue reconocido por la revista “America Economía” como el segundo mejor libro de gerencia en español del 2010 y primero en Latinoámerica. Próximanente saldrá con la misma editorial la publicación del libro “Santo Tomás, CEO. Liderazgo Basado en Virtudes, (Virtues Based Leadership, VBL)”. Premio 2103 de Ex-a-Tec Nacional, en los festejos de 70 años del Tecnológico de Monterrey, a “Profesores que dejaron Huella”. Actualmente es profesor de tiempo completo del Departamento de Administración de la UDLAP.

Por: Dr. Mario de Marchis Pareschi

Profesor de Tiempo Completo de el Departamento de Administración de Empresas, UDLAP

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