¿Puede la ciencia ayudarnos a salir de la crisis que se avecina?
El país se encuentra en una situación compleja que, para los que vivimos una parte del siglo pasado, es indicativa de una crisis económica.
El bono petrolero se agotó, y no nos preparamos para el bono demográfico a tiempo, así que las perspectivas de que volvamos a una posición similar –a la de la bonanza petrolera del pasado– son muy desalentadoras. Con el crecimiento de otras economías emergentes como China o los Emiratos Árabes, nuestras relaciones comerciales tradicionales con América Latina, Europa o los Estados Unidos parecen no ser suficientes para empujar nuestro crecimiento económico, en particular, cuando nuestras apuestas para el desarrollo se centran en el impulso al sector turístico o la atracción de inversiones extranjeras en un país que no ha invertido con anticipación en la consolidación de una oferta atractiva que vaya mucho más allá de dar estímulos fiscales o regalarles un terreno donde asentar una nueva planta productiva.
Olvidemos por un momento al turismo (el cual seguirá viniendo mientras conservemos la belleza de nuestras playas, ciudades coloniales y reservas biológicas, aunque a veces torpemente amenacemos esta fuente de riqueza «modernizando» zonas arqueológicas con intervenciones innecesarias). Una estrategia racional y de primer mundo exige que, en las localidades donde se quieran atraer inversiones industriales, posean no sólo una infraestructura y urbanización básica, sino también un capital humano altamente preparado (en ciencias e ingenierías), así como instituciones de educación superior de la más alta calidad, centros de investigación de vanguardia en distintas disciplinas (materiales, biomedicina, energía, entre otras áreas) con los que las empresas puedan generar sinergias y colaboraciones, y un programa estatal de ciencia y tecnología que asegure financiamiento, recursos y oportunidades para los participantes en la triple hélice de desarrollo (industria + gobierno + academia). Ante el inminente colapso o disminución de muchos mercados comerciales, la inversión en el desarrollo de ciencia y tecnología propias emergen como alternativas que pueden asegurar, no sólo la supervivencia de las empresas, sino también su expansión y competitividad en esta economía global.
El fin último de la ciencia es la resolución de problemas complejos, y parece paradójico contemplar que la reacción de los gobiernos es el recorte en sus presupuestos, en vez de empujarla con recursos extraordinarios para resolver los muchos problemas que tenemos enfrente. A través de la ciencia podremos resolver problemas alimentarios, de salud, de seguridad, de contaminación, de acceso al agua potable. Incluso podríamos encontrar soluciones innovadoras a la crisis energética inminente, que podrían crear mercados emergentes de generación de energías alternativas que, como una nueva bonanza petrolera, nos podrían llevar de la mano a una nueva época de esplendor económico. Pero eso sí, ahora tendríamos que aprender a verdaderamente administrar la abundancia, no a despilfarrarla en servidores públicos con relojes ostentosos, estatuas de líderes sindicales o prebendas para una clase política sin sensibilidad social.
Acerca del autor: el Dr. Miguel Angel Méndez Rojas (Ciudad de México, 1973) obtuvo la licenciatura en Química, con especialidad en Fisicoquímica (Summa Cum Laude, promedio más alto de su generación) por la Universidad de las Américas Puebla (1997), donde estudió como Becario Excelencia Jenkins (90%), realizando su tesis de investigación sobre electrosíntesis directa de compuestos de coordinación (bajo la tutela del hoy Premio Nacional de Química, Dr. Gabriel Gojon Zorrilla). Obtuvo el grado de doctorado (Ph.D.) en Química en la Texas Christian University, bajo la tutela del prestigiado cristalógrafo norteamericano William H. Watson Jr (2001), recibiendo una Robert Welch Fellowship y una beca CONACYT durante este tiempo. Fue Profesor-Investigador Titular C (la máxima categoría) en el Centro de Investigaciones Químicas de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo entre 2001 y 2002, y en el 2003 se incorporó a la UDLAP en donde se ha desempeñado como Profesor Titular de Tiempo Completo (2003-a la fecha), Director del Centro de Investigaciones Químico-Biológicas (2004-2005), Jefe del Departamento de Ciencias QuímicoBiológicas (2005-2009), Coordinador del programa de Nanotecnología e Ingeniería Molecular (2006- 2012) y Coordinador del programa de Química (2012 a la fecha). Es profesor de los cursos de Química Inorgánica en todos sus niveles (Inorgánica I, II, Avanzada), así como de los cursos especializados en Química Bioinorgánica y Nanomedicina (Temas Selectos de Química o Nanotecnología). También imparte los cursos de Introducción a la Nanotecnología y la Nanociencia, Materiales Moleculares, Materiales para Electrónica Molecular, Sensores Moleculares, Nanociencias II,, entre otros. Sus intereses actuales de investigación están enfocados al estudio de la química de coordinación entre moléculas de interés farmacológico y biológico con metales de transición y metales pesados, así también en la síntesis y caracterización de materiales con propiedades ópticas no-lineales (ONL), conductores orgánicos quinonoides, electrosíntesis directa de complejos de coordinación y el estudio teórico de moléculas exóticas. Actualmente es responsable del proyecto de síntesis y funcionalización de nanomateriales magnéticos para aplicaciones biomédicas como agentes de imagenología, sistemas de transporte y liberación controlada de fármacos y terapia hipertérmica, así como el estudio de toxicidad de nanomateriales. A través de distintas instancias (CONACYT, Fomix) ha recibido apoyos como responsable de proyectos de investigación por más de 2 millones de pesos y ha participado como colaborador en otros proyectos de investigación donde se han ejercido recursos por más de 20 millones de pesos. También participa y dirige distintos proyectos de divulgación científica y de enseñanza de las ciencias en niveles de secundaria, preparatoria y universitario entre sus proyectos de divulgación destaca ALEPH ZERO, una revista de divulgación de la ciencia. Ha impartido numerosas conferencias de divulgación científica a estudiantes de escuelas secundarias, preparatorias y universitarios. Es miembro de la American Chemical Society (desde 1995) miembro de Sigma Xi, The Scientific Research Society (2003-2010) miembro honorario de Phi Beta Delta, the International Society of Scholars, capítulo Gamma Delta (UDLAP) (desde 1995). Autor de más de 56 publicaciones científicas en revistas internacionales (que han recibido más de 600 citas por otros autores), 14 artículos de divulgación y educación, 5 capítulos en libros y traductor de un libro de divulgación de la química (Química Imaginada) publicado por el Fondo de Cultura Económica. Ha dirigido 27 tesis de licenciatura, 2 de maestría y 1 de doctorado, y actualmente están en proceso 3 tesis de maestría, 2 de doctorado y 1 de licenciatura. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel II, desde el 2001. Medalla Compromiso con la Educación UDLAP, 2011. Premio Estatal de Ciencia y Tecnología en la categoría de Divulgación Científica y Tecnológica, 2013.
Por: Dr. Miguel Ángel Méndez Rojas
Profesor de tiempo completo del Departamento de Ciencias Químico-Biológicas de la UDLAP
miguela.mendez@udlap.mx