La cultura como soft power de la política exterior mexicana
El término soft power fue acuñado en 1990 por Joseph Nye, profesor de la Universidad de Harvard. Se traduce al español como poder blando y se refiere a la capacidad que tiene un país para influir en otro con el uso de la atracción y la persuasión. En contraste, el hard power antepone la coerción, como el uso de la fuerza militar o las sanciones económicas.
Desde la perspectiva realista en la disciplina de Relaciones Internacionales, la proyección del hard power favorece la consecución de intereses. Evidentemente, el cumplimiento de este objetivo resulta menos complicado para los países con mayor fuerza política, económica y militar. Sin embargo, no es el único método para ejecutar acciones de política exterior.
En el caso de nuestro país, se estipula por mandato constitucional la proscripción de la amenaza y el uso de la fuerza en las relaciones exteriores, aunque también se reconoce la necesidad de dinamizar la política exterior en aras de la defensa y la promoción de los intereses nacionales. En este sentido, se recurre al soft power como mecanismo legal y legítimo para alcanzar tales propósitos.
Aunado a lo anterior, el poder suave contribuye a la misión de la diplomacia pública para velar por el buen prestigio de México. Desafortunadamente, esta imagen ha sido deteriorada por las percepciones negativas, visto desde el exterior como un país corrupto y violento, de instituciones frágiles y su vinculación con el narcotráfico, por mencionar algunos ejemplos.
Siendo así, la atractiva diversidad cultural de México ha sido utilizada para mantener el buen prestigio del país en el exterior, al mismo tiempo que custodia sus intereses. Entre los elementos culturales que han trascendido fronteras destacan la música, la charrería, la gastronomía, el tequila, las tradiciones, el cine, el guadalupanismo, entre otros.
Por una parte, se reconoce el esfuerzo gubernamental por impulsar la cultura nacional en otros países. Pero por otro lado, no debe desmeritarse el rol que han desempeñado otros entes subnacionales, la iniciativa privada y los más de doce millones de connacionales radicados en el extranjero como promotores y portadores de esta identidad, complementando la misión oficial correspondiente.
Así pues, este soft power le ha permitido a México incursionar en casi todas las regiones del mundo, incluso en Europa y Estados Unidos, demostrando de esta manera su eficacia. Pero sin duda alguna, el mayor éxito alcanzado ha sido el vigor de la influencia cultural que México ejerce en América Latina. Lo anterior se ha flexibilizado por la cercanía geográfica y los vínculos sociales e históricos.
Ahora bien, es necesario mencionar que aun cuando las expresiones culturales son los canales más preponderantes del poder blando mexicano, no son los únicos. Dado lo anterior, conviene subrayar que la ayuda humanitaria, la cooperación internacional, el talento humano, las inversiones y exportaciones mexicanas, entre otros mecanismos más, también han favorecido la inserción y el prestigio nacional en el exterior.
Por: Noel Garcia, Egresado del Programa de Liderazgo para Jóvenes Indígenas, 2017.
Estudiante de Relaciones Internacionales en la Universidad del Mar y egresado del Seminario de Historia y Gobierno en la Universidad de Arizona.