Para que nos vean y nos oigan
En los últimos tiempos, hay indicios de un autoritarismo creciente que puede olfatearse en muchos espacios de la vida pública de nuestro país, y que contagia otros ámbitos que debieran ser los que fomenten la formación ciudadana participativa, entre ellos, las mismas instituciones educativas, donde escasamente se estimula la reflexión colectiva y se toman decisiones verticales, ignorando o despreciando el derecho de los otros a opinar. En este sentido, los espacios educativos se convierten en cajas de resonancia de los modos de hacer política, y construyen el aprendizaje social de que el ciudadano no está autorizado para participar en la reflexión colectiva y, por lo mismo, éste debe dejar tal tarea en manos de quienes han optado por la política como una práctica profesional. El antídoto ante semejante “aprendizaje social”, considero que es la práctica del diálogo en los espacios educativos.
Fomentar la reflexión y la opinión razonada desde las etapas básicas de la formación, hasta la universidad, puede ser el medio para ir creando una atmósfera ciudadana, en la que además de reconocerse el derecho a ser escuchados estemos conscientes de nuestra obligación de escuchar. Una sociedad participativa y dialógica prefiere una relación horizontal con sus gobernantes o con sus representantes parlamentarios, pero nuestra clase política es proclive a la relación vertical, en la que la vía del diálogo está acotada a la simpatía efímera de los tiempos electorales.
En el contexto actual, no es casual que, cuando algunos grupos sociales dan el paso para entrar a un debate, se apruebe en un Estado de la República una “ley mordaza” para ocultar la criminalidad, y en otro una “ley bala” para contener el descontento social. La promulgación de este tipo de normas tiene un tufo autoritario, pues lo que menos las distingue es el interés por socializar su discusión. No está de más acudir al sentido común, suponiendo que sea todavía una cualidad del político profesional, optando por alimentar el diálogo en las diversas rutas de la participación social.
Por estas razones, además de empeñarse en desarrollar múltiples competencias, la escuela debería ser un espacio social de diálogo en el que se construya la necesaria ciudadanía para contrarrestar los excesos del poder, garantizando un acercamiento constructivo entre los individuos y sus representantes, entre quienes gobiernan y los ciudadanos. En esta tarea de fomentar la reflexión social, los maestros tenemos la palabra: para que nos vean y nos oigan.
Acerca del autor: Martín Sánchez Camargo, licenciado en Lingüística y Literatura Hispánica por la BUAP maestro y doctor Ciencias del Lenguaje por la misma institución. Con experiencia como profesor de lengua y literatura hispanoamericana en diversas instituciones públicas y privadas como la BUAP, la UAT, la IberoPuebla y la misma UDLAP. Actualmente profesor de tiempo completo, adscrito al departamento de Letras, Humanidades e Historia del Arte, con el cargo de coordinador del REA de Primera Lengua, y del proyecto institucional QEPI «Desarrollo del pensamiento crítico a través de la escritura». Sus líneas de investigación desarrolladas son las siguientes: teoría y crítica del discurso poético, teoría y metodología de la argumentación en textos académicos y científicos, y didáctica del español como primera lengua. Autor de investigaciones académicas y de textos publicados por diversas revistas nacionales e internacionales de divulgación académica. También soy autor de materiales de creación en el género poético. Pertenece a asociaciones nacionales e internacionales en el área de estudios lingüísticos y del discurso. Ha sido ponente y conferencista en eventos académicos nacionales e internacionales afines a esta área. Actualmente participa en el proyecto «Inclusión educativa en el nivel universitario: una mirada desde la alfabetización académica», en el que investigadores de Argentina, Colombia, Chile y México comparten un seminario sobre los avances de investigación para integrar un libro sobre este tema, que será publicado en Argentina.
Por: Dr. Martín Sánchez Camargo
Profesor de tiempo completo del Departamento de Letras, Humanidades e Historia del Arte de la UDLAP
martin.sanchez@udlap.mx