La tecnología y el cambio
La presencia de la tecnología en la contabilidad ha sido una constante de los últimos cincuenta años, en los aspectos profesionales y académicos, apoyando la evolución de la profesión pero, en algunos momentos, ocasionando desencuentros y generando resistencia al cambio en diferentes momentos de esta historia.
Los contadores aceptaron la presencia en sus escritorios de rudimentarias calculadoras accionadas con una palanca lateral para introducir los números que se quería sumar o multiplicar, ocasionando que la máquina vibrara y, literalmente, brincara hasta arrojar el resultado. La aparición de calculadoras más pequeñas, sencillas y eficientes generó una primera resistencia al cambio entre contadores que preferían sus viejos artilugios. La academia también tuvo que aceptar que debían implementarse talleres para enseñar a manejar las calculadoras de nueva generación, que todo contador que se respetara tendría en su escritorio, para evitar casos como el de aquel subcontador a quien le cambiaron su calculadora por una con pantalla que, gracias a su torpeza, dio en arrojar dos puntos decimales en la misma cantidad y tuvieron que regresarle su aparato anterior, el cual sí entendía bien. Las máquinas de teclado alfa-numérico pasaron con tal velocidad que algunos ni se dieron cuenta de su presencia.
El siguiente paso fue la computadora que arrojaba listados que los supervisores de auditoría de edades avanzadas no eran capaces de leer y se apoyaban en novatos ayudantes para que les encontraran cuentas y cantidades buscadas. Hubo necesidad de aprender a usar tarjetas perforadas, aunque pronto las computadoras personales vinieron a crear la necesidad de aprender a programar, que pronto desapareció ante el desarrollo de los programas de cómputo. Los talleres en las universidades fueron de Word o Excel y de lenguajes de programación.
Durante esta última etapa ha tenido que lucharse contra el afán de los programadores de facilitarse el trabajo a costa de que la contabilidad haga asientos inexistentes, optimizando la captación de información. Es fácil recordar discusiones en que el programador pretendía registrar todas las ventas a crédito, para luego separar las que eran al contado, y el contador se horrorizaba ante tal desacato.
Los códigos de barras y los lectores ópticos vinieron a dar un impulso mayor al registro de grandes volúmenes de operaciones, que ahora son automáticos y que durante décadas fueron el dolor de cabeza de las tiendas de autoservicio, por ejemplo.
El aula, casi siempre al final de los procesos de renovación, resiente de forma severa este forcejeo entre lo que debe enseñarse y cómo hacerlo a través de la nueva tecnología, ¿debe seguirse usando el pizarrón?, ¿qué temas desechar?. En el proceso mismo de la enseñanza, de la didáctica de la materia, ¿hemos cambiado lo suficiente?, ¿lo hemos hecho para bien o para mal?.
Acerca del autor: Contador Público con estudios de Maestría en Administración y candidato a Doctor en Educación. Con más de 40 años de experiencia docente y profesional en contabilidad, costos, análisis financiero y auditoría. 291 cursos impartidos en diversas universidades, de los cuales el 88% ha sido a nivel licenciatura y el resto en maestría. 194 módulos de diplomado impartidos a personal de diversas empresas. Autor de los libros «Contabilidad 1», «Costos» y «Contabilidad Administrativa» con editorial Pearson. Articulista en diversos periódicos y autor de su propio blog «Visión Financiera». Coordinador de las materias Contabilidad Financiera, Contabilidad de Costos, Análisis de Costos y Contabilidad Gerencial.
Por: Mtro. Francisco Calleja Bernal
Profesor de tiempo completo del Departamento de Finanzas y Contaduría de la UDLAP
francisco.calleja@udlap.mx