Neoclasismos del neoliberalismo

Neoclasismos del neoliberalismo

El rico ha nacido rico y el pobre ha nacido pobre y así debe ser, así ha sido siempre y cada quién debe asumir su inefable papel sin cuestionamientos. Las nuevas generaciones nacen, crecen y viven sin dimensionar su pasado familiar ni sus características sociales, educativas o patrimoniales. Los niños ricos siempre han tenido todo al alcance de su mano, no lo buscan, no lo rascan, no lo necesitan trabajar, crecerán convencidos de su poder argumentando sus privilegios por méritos propios. Por extraño que parezca, los niños pobres también tienen todo lo que necesitan, porque no cuentan con un marco referencial que les permita discernir entre lo que tienen y lo que deberían tener. Será hasta el comienzo de su madurez social cuando descubran todo lo que nunca han tenido y se culpen de su fracaso social. Pocas serán sus herramientas para cambiar el destino de su existencia, si no estudia es porque es tonto, si no tiene trabajo es porque no lo busca y si no tiene dinero es porque no sabe ahorrar. El factor socioeconómico al que se enfrentarán todos por igual, ricos y pobres, será la competencia, donde el rico aprovechará las virtudes del monopolio capital para venderle al pobre lo que “necesita” y donde el pobre que, de inicio ya va perdiendo, tratará de ganar cada día, lo suficiente para comprar eso que “seguramente necesita”. Estas 229 palabras al momento, son mi propia descripción del neoliberalismo.

París, 1938, verá por primera vez la luz el término neoliberalismo, de la mano de Ludwig von Mises y Friedrich Hayek, austríacos en contra de la democracia social, misma que acusaban de colectivista, casi tan venenosa como el comunismo y el movimiento nazi. Pero el propio neoliberalismo también es sinónimo de dominio y dependencia, una cultura privada unidimensional al más puro estilo de la teoría de Marcuse, una cultura donde se convierte a los ciudadanos en consumidores, ah, pero democráticamente se les deja elegir de acuerdo a sus capacidades entre ser los compradores o los vendedores de bienes o servicios. Paradójicamente, la piedra angular del neoliberalismo es la desigualdad, esa misma que afirma erradicar de la faz de la tierra, pero que de forma inversamente proporcional va generando riqueza para un puñado de inversionistas a costa del resto de la masa social. Su ideología afirma que el mercado goza de plena libertad y capacidad de decisión, por ende, recibe lo que merece, no por igualdad, mucho menos por equidad, sino por su capacidad de capitalización. Libertad, terrible libertad.

Los estudiosos de la socioeconomía clasifican al mercado mexicano en A/B, C+, C, D+, D y E, o lo que es lo mismo en clase alta, clase media alta, clase media, clase media baja, clase baja y clase más baja. Al más puro estilo marxista, la clasificación social producto del neoliberalismo económico, se puede dividir en: los poderosos o como él lo dijera, la burguesía, una élite que abarca tan solo el 7.2% de la población mexicana, cuyo éxito se basa en la habilidad para evadir los impuestos que paga, reducir los reglamentos, leyes o requerimientos que acotan su proceder y privatizar los servicios públicos y bienes del pueblo; los consumidores, la clase trabajadora, ese proletariado alienado, lleno de sueños, con un futuro incierto pero a fin de cuentas aspiracional, que engloba al 67.7% de los mexicanos de clase media y clase baja; y los excluidos, esa masa equivalente al 25% de los ciudadanos que por desgracia o por fortuna no consume, el campesino parcelario de Marx, que vive aislado del proceso económico, allá, alejado, viviendo al día.

El consumismo nos puede remitir a encontrar neoclasismos del neoliberalismo, se me ocurre una clasificación bastante digerible para ubicar el nivel en el que cada uno de nosotros se encuentra, con base en cinco premisas usando como indicador el “hambre”. El ejercicio consiste en imaginar que estamos hambrientos y lo primero que pensamos sea cualquiera de las siguientes opciones:

“Hoy no voy a comer”. Duro, no se trata de un decreto propio, se trata de la plena conciencia de que, al no contar con un centavo en la bolsa, no se podrá comprar comida, ¿has estado alguna vez en esta situación? De acuerdo con información del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) se estimó que para el 2017 un total de 9.4 millones de mexicanos se encontraban en pobreza extrema, entendida como la situación en la que el ser humano no puede satisfacer sus necesidades básicas de alimentación, vestido, casa, salud y educación.

“Hoy voy a ver si como”. ¿Alguna vez has vivido la incertidumbre de no saber si comerás ese día? La esperanza es el estado de ánimo en el que se cree que aquello que uno desea es posible. En situación de pobreza, se tiene la esperanza de contar con los recursos suficientes para conseguir alimento, sin la certeza, claro, de lograrlo. Según datos del CONEVAL hay 53.4 millones de pobres en nuestro país, número equivalente al 43.6% de la población total.

“Hoy como lo que me alcanzar pagar”. De acuerdo con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el 25% de los mexicanos vive con 10 a 50 dólares per cápita al día, lo que equivaldría a destinar entre 10 a 50 pesos de su ingreso a comprar comida. Dicho porcentaje es equivalente al total de la clase media del país, cifra que se encuentra por debajo de la media entre países latinoamericanos, lo que significa que en México hay menos población en este rubro que otros países del continente. Y tú, ¿qué puedes comprar para comer con lo que traes en la bolsa?

“Hoy elijo qué comer”. El libre albedrío consiste en la libertad que tiene el ser humano para tomar sus propias decisiones, aunque en términos materiales está supeditado al poder adquisitivo. Menos del 10% de los mexicanos puede elegir lo que quiera comprar para su consumo sin importar el costo, el resto solo lo hará el día de paga, un gustito, el festejo que no puede pasar desapercibido, ¿qué se te antoja hoy: filete o salmón?

“Hoy comeré lo más caro”. Ese 7.2% de mexicanos burgueses tiene, aunque usted no lo crea, un pico todavía más alto que, de acuerdo con The Huffington Post, equivale al 0.5% de los mexicanos, quienes concentran un tercio de la riqueza del país, la clase alta-alta existe y está conformada por 5.6 millones de personas que pueden darse el lujo de elegir un platillo de la carta sin voltear a ver los precios o simplemente pedir lo más caro, siempre.

Así se puede medir el consumo desde esta latitud capitalista del globo terráqueo, parafraseando a Eduardo Galeano “el mercado es el lugar donde se fija el precio de la gente, el desarrollo desarrolla desigualdad y la pobreza es una manta demasiado corta donde cada cual tira para su propio lado”.

Por: Mtro. Omar Saldaña Medrano.

Egresado de la Licenciatura en Comunicación, Especialidad en Gestión Internacional y Maestría en Gobernanza y Globalización, UDLAP.

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