De azúcar, esclavitud y memoria (Parte 3)

De azúcar, esclavitud y memoria (Parte 3)

 

Por: Mariana Alcántara Lozano. (Continuación)

De acuerdo a Von Wobeser, durante el siglo XVI aún se contaba con suficientes trabajadores indígenas para el trabajo en ingenios y trapiches. Siendo hasta el siglo XVII cuando se introdujeron a mayor escala esclavos provenientes de áfrica para ser la principal fuerza de trabajo dedicada al azúcar en el Nuevo Mundo. Sobre esto se ha escrito mucho, acerca de la resistencia física y capacidad de adaptación al clima de los esclavizados africanos en la Nueva España. Sin embargo, quisiera recordar que es debido a su previa especialización, consecuencia del proceso de esclavitud portugués, en las islas de São Tomé que algunos esclavos africanos ya tenían conocimiento basto sobre el cultivo de la caña de azúcar y por tal razón los trajeron a la Nueva España.

García de León en Alma en boca, huesos de costal, a través de algunas frases localizadas en contratos de compraventa de esclavizados, nos señaló el maltrato verbal y deshumanizante al que eran sometidos, sólo en proceso de hacer la transacción económica. La primera frase de este tipo, “Bulto con cabeza” aludía a una falta de humanidad considerándolo un animal.  “Huesos en costal”  para advertir al comprador que el esclavo podía tener enfermedades ocultas de las que él, como vendedor, no podría hacerse responsable exceptuando la epilepsia. “Alma en boca” que era ocupada por el vendedor para hacer notar que el esclavizado estaba consciente de que lo ocuparían para trabajo físico y que estaba “sano” (p.13). Frases como las ya mencionadas dan constancia de cómo eran relegados a los estratos más bajos al llegar a los mercados americanos. Sin embargo, es importante señalar que todos estos individuos, lograron resistir a la dominación encontrando las formas de perpetuar y adaptar sus creencias o a través del cimarronaje.

Veracruz fue el único puerto autorizado para realizar el intercambio de mercancías con Europa, convirtiéndose en uno de los principales lugares de recepción de personas esclavizadas. Es evidente que no todos los que ingresaron se quedaron en esta zona, muchos fueron llevados a realizar labores en ganadería, servicio doméstico como cocheros, nodrizas, lavanderas o en las milicias de pardos y mulatos. Este panorama nos permite reflexionar en la idea de Antonio García de León, en su libro El mar de los deseos, que estamos frente al comienzo de una historia que se da a partir de la conquista, la esclavitud, la defensa de la identidad y de luchas por la libertad.

En este sentido, que uno de los principales actores sociales en las haciendas cañeras fuera la gran cantidad de esclavizados africanos que trabajó en la región de Xalapa y Córdoba, Veracruz.  De acuerdo Masferrer, mujeres y niños esclavizados, también fueron ocupados en los trabajos de “hacer azúcar” dedicándose al corte de caña para posteriormente apilarla (p. 68). Los trabajos en las haciendas cañeras eran arduos y exhaustivos, de acurdo a Martínez las tareas se repartían entre esclavizados de 5 años hasta señores de 60 años (p.109). Todos ellos mantenían trabajando el ingenio o trapiche la mayor cantidad de horas los días posibles; repartidos en el molino, la casa de calderas, el purgar y los talleres, para que fuera un negocio rentable.

Retomando a McBide El siglo XVII, durante el cual se consolidó la hacienda, se caracteriza por tres tendencias, muy marcadas:

1.- Un descenso notable en la producción de la plata y el debilitamiento de varias ciudades y centros mineros que constituían los polos mercantiles más importantes de la Colonia.

2.- Una contracción en el comercio exterior de la Nueva España, debido a la falta de plata, la crisis en que estaba hundida España y las constantes guerras que obstaculizaban la comunicación.

3.-Después de un proceso vertiginoso de disminución de la población indígena, está llega a su nivel más bajo (1300,000). Al mismo tiempo, la española y la mestiza crecen en forma rápida y sostenida. En estas condiciones, las comunidades no logran abastecer la demanda urbana de productos básicos.

Es por lo anterior que la hacienda se consolidó en un período en que muchos centros urbanos sobre todo los ligados con la minería y el comercio internacional estaban en plena recesión; cuando había una escasez aguda circulante y de ciertos productos de importación. De esta situación, la hacienda deriva su marcada tendencia a la autarquía y a la concentración de sus límites al margen del mercado del mayor número de posible de actividades.

Pero al mismo tiempo, la hacienda nace de la necesidad de sustituir a las comunidades indígenas en el abastecimiento de las ciudades. Por eso, desde el principio se encuentra ligada a un mercado local por medio de uno o varios productos, su desarrollo durante el siglo XVII es posible porque los incentivos de este mercado local son suficientes para estimular la transferencia de capitales de la minería y el comercio- en pleno estancamiento a la agricultura en gran escala.

Sin embargo, ya hacia el Siglo XIX, el trabajo esclavo dejó de ser redituable para los hacendados azucareros, que querían sustituirla por mano de obra nacida en la localidad, otro factor que volvió problemático la explotación de mano de obra fueron los motines y huidas de los esclavos cansados de los arduos trabajos en la fabricación del azúcar, como fue el emblemático caso de Yanga[1] al que le siguieron muchos casos más.

De acuerdo a McBide, gracias a las numerosas monografías que se han elaborado sobre el tema, la hacienda vuelve a cobrar la dimensión histórica de una institución cuyo surgimiento representó un avance importante en la sociedad y la economía mexicana y que sólo después de un lapso prolongado se convirtió en obstáculo para el desarrollo del país (p.17). Con esto queda claro que durante todos estos años se construye la configuración de lo que implica el mosaico cultural de México, que podemos observar en aportaciones como lo son lo económico, la música, la gastronomía, las creencias religiosas y particularidades identitarias, así como en el propio mestizaje que da un fenotipo distintivo en las zonas en donde se establecieron las haciendas cañeras. Pero que también le da un peculiar carácter social de resistencia y organización que hasta la fecha sigue vigente, no sólo en la memoria colectiva, sino en la lucha por el reconocimiento a su aporte histórico, a la eliminación de todas las formas de discriminación, y al reconocimiento en marcos jurídicos.

Conclusiones

Con este breve acercamiento podemos explicarnos la razón por la cual tantos hombres y mujeres fueron esclavizados y traídos a América Latina, sin embargo, algo que habría que resaltar, es que esta travesía estuvo llena de dolor, violencia e injusticias. Es difícil comprender como entre ese desarraigo de millones de africanos que son sometidos y extraídos de su lugar de origen, donde tenían familia, historia, cultura y vida hecha, podría darse un nuevo camino. Es complejo reflexionar lo que tuvo que ser vivir una travesía que incluyo desde su captura, su estancia en depósitos de esclavitud, ya que no eran vendidos inmediatamente y tenían que pasar hasta meses para que sucediera, meses en los cuales comenzaba una historia de tristeza que también incluyo lazos entre ellos de fortaleza y resistencia, por compartir un destino incierto, destino que se marcaba desde su propio país. Muchas debieron ser las historias que surgieron en ese punto de encuentro, y muchas más las que seguirían en la travesía de 3 meses en esas grandes embarcaciones que los llevaban estibados en cepos, encadenados, vejados, obligados a experimentar un confinamiento, insalubre entre heces, enfermedades, ratas, malas condiciones alimenticias y un trato descarnado. Quién hubiera pensado que estas travesías también traerían consigo avances tecnológicos navieros. Cómo una actividad tan ruin como la de comercializar humanos, podría traer consigo el mejoramiento de estos barcos, para volverse más efectivos y llevar cada vez más mercancía, en navíos que fueran más veloces, que estaban pensados para optimizar los espacios y que albergaran más cuerpos. Con cada vez más experiencia de cómo hacer que llegaran vivos a su destino, pero sin invertir tanto, es decir sin devaluar tanto la mercancía que muy poco les importaba en términos humanos, pero que en economía eran de sumo valor. Imaginar que la vida se abrió paso en estas condiciones es lo más sublime y terrible que podemos hacer. Explicarnos la resistencia de todos esos hombres y mujeres que lograron sobrevivir es francamente una historia que parecería inverosímil, pero es aún más increíble pensar que fue la misma especie la que provoco tanto dolor y la que se benefició económica, política y geográficamente, para dar paso a la creación de nuevas naciones de nuevas formas de vida. Es innegable; ¡la vida se abre camino!, como la imagen de esos retoños verdes de plantas que crecen en lugares donde ya la tierra se creía infértil, por la dura capa de pavimento y construcciones lapidarias que no dejan espacio más que para su materialidad, pues ahí, logra crecer algo, se aventaja de esas ranuras casi imperceptibles, para empujar, abrirse brecha y es tan poderosa la vida, que de esa ranura, crece un árbol fortalecido que tira la estructura mostrando sus raíces, gritando que ahí esta y quiere seguir vivo, para dar oxígeno a este mundo. Un poco así imagino la fortaleza de los esclavos que lograron llegar vivos y que dieron vida, color y cultura a la configuración de este país, y que, a través de su trabajo, como es el caso de su labor en las haciendas cañeras también lo construyeron materialmente. Hasta convertirse en un símbolo de testigo material de una resistencia humana y cultural.

 

[*] De acuerdo a Castañón Gonzáles Al iniciar el año de 1609 corrió el primer rumor entre los hombres blancos de que los negros intentaban alzarse contra el reino, matando a las autoridades europeas, y nombrando a su rey y demás dignatarios entre ellos mismos. Decíase que el día de reyes, 6 de enero, era el momento prefijado para el levantamiento general. Lo de Yanga y de la Matosa no fue pues, un estallido al azar sino producto de la desesperación organizada. El liderazgp de Yanga tuvo como respuesta el envío, por parte de Virrey Velasco de fuerzas armadas al mando del capitán González de Herrera aproximadamente 550 hombres: 100 soldados regulares, 100 mercenarios y aventureros, 150 indios equipados con arcos y flechas y 200 hombres más entre españoles, mulatos y mestizos. (p112).

 

Referencias:

[1] Alarcón Rafael. La otra España del Temple, México, Editorial. Martínez Roca, 1989

[2] Aguilar, Federico C., “Ultimo año de residencia en México, 1983” en Cien viajeros en Veracruz crónicas y relatos, Gobierno del Estado de Veracruz 1992. Tomo VII

[3] Barrett, Ward. La hacienda azucarera del marquesado del valle (1535-1910). Siglo XXI, México, 1977

[4] Castañeda, García, Rafael, La devoción a Santa Ifigenia entre los negros y mulatos de Nueva España, siglos XVII Y XVIII, en Aurelia Martín Casares (ed.), Esclavitud mestizaje y abolicionismo en los mundos hispánicos, Granada, Universidad de Granada, 2015

[5] Castañon Gonzalez, Guadalupe. Punición y Rebeldía de los negros en la nueva España en los siglos XVI y XVII.  Colecció Sextnte. 2002

[6] Cardoso Da Silva, Geraldo. Negro slavery in de sugarplantation of Veracruz and Pernanbuco, 1550-1680. Ann Arbor, Michigan, University, Michigan 1979.

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[9] Carol J. B, Mariología, Madrid, Biblioteca de autores Cristianos, 1964

[10] Vargaslugo, Elisa. “La mística en la vida de María”, Arte y Mística del Barroco, México CONACULTA, UNAM, 1994

[11] Chevalier, Jean, Diccionario de los símbolos, Barcelona, editorial Herder, 1988

[12] Ciancas, María Ester, El arte en las iglesias de Cholula, SepSetentas, México, 1974.

[13] Checa, Fernando y José Miguel Morán, El barroco, El arte y los sistemas visuales, Ed. Itsmo, S.A. Madrid, España.

[14] Chevalier, Francois, La formación de los latifundios en México, haciendas y sociedad en los siglos XVI-XVII Y XVIII, FCE, México, 1999. (1ª ed. 1956)

[15] Fredberg, David. El poder de las imágenes, Madrid, Ediciones Cátedra, 1992

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[18] Masferrer Cristina Niños esclavos de origen africano en la capital novohispana, 2011

[19] Martín Casares, Aurelia, Esclavitudes Hispánicas (siglos XV al XXI): Horizontes Socioculturales, Granada, España, 2014

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[31] Wobeser Gisela von, La hacienda azucarera en la época colonial. México, Secretaría de Educación Pública-Universidad Nacional Autónoma de México. 1988

Por: Mariana Alcántara Lozano. Egresada de la Licenciatura en Humanidades, con especialidad en Historia del Arte por la Universidad de las Américas Puebla.

Acerca del autor:  

Mariana Alcántara Lozano es Lic.  En Humanidades con especialidad en Historia del Arte por la Universidad de las Américas Puebla y realizó una Maestría en Estética y Artes en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla con, Beca Conacyt. Tiene una especialidad en Poblaciones afrodescendientes en México y América Latina, por la Coordinación Nacional de Antropología e Historia (2018) y un Certificado en Estudios Afrolatinoamericanos en el ALARI (Afro Latin American Research Institute) por la Universidad de Harvard.

Ha realizado la organización del acervo hemerográfico del Sindicato de Trabajadores de la fábrica de Río Blanco y tallerista en el área de lenguaje corporal y asistente de investigación en el Proyecto Actores Sociales de la Flora Medicinal en México en Santiago Tapextla, Oaxaca, por parte del INAH.  Asistente de investigación en la curaduría de Culturas de la Costa del Golfo en el Museo Nacional de Antropología a cargo de la Dra. Rebeca González Lauck 2018 Analista fenomenológica en la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México 2019. Actualmente es parte del Proyecto “Tuxpan, Veracruz, Espacio urbano, Barrios y Tradiciones de una Ciudad Marítima y Fluvial (finales del siglo XIX a principios del siglo XX) en el INAH , Veracruz.

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