La escritura y el jabón

La escritura y el jabón

¿Qué relación habrá entre dos cosas tan dispares como la escritura y el jabón? Antes de contestar la pregunta quiero pronunciarme contra este lugar común: “Leer es uno de los privilegios que nos hace mejores personas”. Así promocionaba un periodista la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería. ¿A quién se le habrá ocurrido semejante mito? No lo sé. Leer es un privilegio, ciertamente, pero si nos convirtiera en mejores personas, nosotros los universitarios, sobre todo los profesores, seríamos santos. Hernán Cortés era un hombre letrado como pocos en su época. Lo sabemos por sus Cartas de relación, especialmente por la segunda carta. En ella se consagra a reconstruir maravillosamente, mediante la escritura, la ciudad que él mismo destruyó: Tenochtitlán. Instruido en la Universidad de Salamanca, el conquistador Hernán Cortés era codicioso, ladrón, pirómano, criminal de guerra y buen escritor.

Los indios no conocían la escritura hasta que se la enseñaron los españoles. Con las Sagradas Escrituras los cristianizaron. Con escrituras notariales les usurparon sus tierras. Y tres siglos después de la conquista, cuando se fundaron las repúblicas hispanoamericanas, los latifundistas y los leguleyos siguieron usurpando tierras a los indios mediante escrituras tramposas que éstos no podían leer. La escritura es, pues, un arma de doble filo: lo mismo sirve para componer un poema que para robar.

La escritura es un invento reciente. La inventaron los sumerios hace más o menos cinco mil años, o sea, hace muy poco tiempo si tenemos en cuenta que el hombre existe desde hace alrededor de seis millones de años. Seis millones de años se la pasó el hombre sin escribir ni leer nada. Con la escritura cuneiforme se escribió en Mesopotamia, tres mil años antes de Cristo, el Poema de Gilgamesh, la primera obra literaria de que tenemos noticia.

Tal vez la escritura sea un buen invento, pero acaso los haya mejores. Mi esposa me preguntó un día: “¿Cuál es el mejor invento del hombre?” No supe qué contestar porque, debo confesarlo, no tengo mucha fe en la humanidad. Ella respondió: “El jabón”. Asentí. Es verdad que el jabón es un gran invento: nos da higiene y la higiene nos da salud y la salud nos da vida y la vida nos permite leer, por ejemplo, las Cartas de relación o el Poema de Gilgamesh.

Pero ¿cuándo se inventó el jabón? ¿Quién lo inventó? ¿Dónde? Lo inventaron los sumerios en Mesopotamia tres mil años antes de Cristo. Asombroso: los sumerios inventaron el Poema de Gilgamesh y el jabón. La escritura y el jabón son, pues, invenciones gemelas: nacieron al mismo tiempo y en el mismo lugar. Eran buenos inventores estos sumerios (y muy sanguinarios también). Pero su mejor invento sigue siendo, en mi opinión, y seguramente en la opinión de los médicos, el jabón.

Por: Dr. Raúl Calderón Bird

Ex profesor, UDLAP.

Disponible formato PDF

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